Al despertarse se percató que la cabeza de su acompañante descansaba sobre su hombro, sin moverse un ápice, se dio cuenta que se encontraba cómodo, con aquella desconocida risueña.
Ahora él no quería dormirse, prefería observar la placidez de su sueño. Atravesaron campos y más campos, hasta vislumbrar las naves industriales precediendo a los barrios de nueva construcción con sus zonas verdes en ciernes, rodeadas por nudos de autopistas de circunvalación, el tráfico denso, el ruido impertinente de los coches ante la lluvia inoportuna.
Ella, continuaba durmiendo como una bendita. Se iban aproximando a la estación, con suavidad le dio un golpecito, "Ana despierta ya, estamos llegando", le dijo con voz apagada. ¿Dónde estamos?, qué pronto; él respondió con una tímida sonrisa.
Después de recoger el equipaje, muy voluminoso el de ella, por cierto, cortésmente se despidieron, dándose la mano; Ana le dijo, encantada de conocerte, lo mismo digo, hasta pronto añadió él.
Se separan un trecho, él se gira, firme se dirige hacia ella, dándole su número de teléfono, "por si quieres alguna vez que tomemos un café", ella se siente alagada y le da el suyo; "claro que si, porqué no", rematando la frase.
Es curioso, por un momento en su cerebro solo existe el nombre de Ana, si había algún otro, no lo recuerda, retumba y se agranda y no cabe nada más. Hay un rato que no sabe de donde viene, el porqué de su viaje, ningún rastro, toda su preocupación se ha esfumado, se regodea en ese instante único que parece no haber vivido antes.
GREGORIO GIGORRO "Bodegón con plátanos y tomates" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 1981 Medidas: 55 x 46 cm En Aranjuez a 19 de septiembre de 2015 |