jueves, 21 de febrero de 2013

Como un soplo



Fue el mejor regalo en su décimo cumpleaños, verla con la jaula por la calle bajo el sol, era impagable.

Le puso por nombre Federico Chopin, dicho apelativo le hacía justicia; compartía pared que no jaula con otro canario amarillo, él era verderón, de apariencia más discreta pero cantaba como ninguno, arropados por el rojo reventón de los geranios.

No cesaban  de proporcionar incansablemente la compañía que sólo los animales saben dar a las personas que lo necesitan.

Mi mujer  se acordababa de aquel que tuvo siendo pequeña y no dudó en regalárselo a Isabel pensando que así alimentaría buenos recuerdos; yo siempre les saludaba, alertándoles a guardar silencio pues era pronto para festejar la mañana, aún dormían las chicas de la casa. Federico después de pasar poco más de dos años con nosotros ha parado de cantar, ha volado sin alas para siempre, sin despedirse. Ayer, estaba bien, hoy simplemente ya no está, ha dejado de existir para formar parte de nuestra memoria como tantos otros seres que desaparecen de nuestras vidas, dejando una huella imborrable.

Nos queda la ausencia, la nada, para abrir paso a otras vivencias, a otros recuerdos. Formamos parte de la vida estando vivos, pero no somos la vida, que indiferente sigue su curso sin nosotros. El otro día mi hija no me dió un beso de despedida, le dije: "No lo vuelvas a hacer, lo necesito para caminar".

Vivir es un camino sin vuelta, no lo olvidemos nunca, por eso hay que gozar de cada día como si fuese el último. En ese camino necesitarás hacer acopio de los buenos ratos con mamá, de los baños de sol, de los trinos de tus pajaritos, de las caricias del gato, de tus juegos, de tus risas..., porque habrá muchas piedras; a veces se te hará cuesta arriba, por eso en tu equipaje, tendrás que llevar lo mejor.

Ante las malas hierbas que puedas encontrar, no pierdas ni un segundo y sigue andando firmemente por tu camino.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La pareja"
Tinta y acrílico sobre papel de embalaje
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 50 x 40 cm



Madrid, 11 de febrero de 2.013

jueves, 14 de febrero de 2013

El circo


Con frecuencia escuchamos frases como ésta: "Es un payaso, hace payasadas", "¡Menudo circo tengo montado!", otras veces oigo: "Si tuviera un circo me crecerían los enanos", pero siempre son peyorativas.

¡Qué poco humor tenemos, qué ausencia de sentido común, qué imaginación tan nula!

Para mí es un espectáculo fascinante que me lleva a la infancia, aquella época en que llegaban al pueblo los titiriteros, venidos de otros lugares para alegrarnos la vida; en un abrir y cerrar de ojos la carpa estaba  preparada para el momento de la actuación por la noche. Aquel niño como tantos otros vibraban de emoción al ver los saltos vertiginosos de los acróbatas, la contorsionista gorda, gordísima se movía gracilmente sobre el caballo, las cabras obedientes, se desplazaban por la pista,  los enanos bailaban al ritmo de la música, los leones dóciles se doblegaban al domador sin vacilar en demostrar su valentía ante las fieras;  la guinda eran los payasos, esos personajes pintados como puertas, vestidos estramboticamente, haciendo las delicias de los más pequeños con sus payasadas.

Hace poco murió Miliki,  un gran payaso con el que toda una generación disfrutó de lo lindo. ¡Qué importante es reirse!, ¡qué maravilla es conseguirlo sin meterse con nadie!

Cuando se iban  con su  música a otra parte pensaba: "¡Qué vida  tan agitada, tan movida, tan poco apegada a  las cosas!, sólo con el afán de divertir a los demás, haciendo de tripas corazón, comiéndose la basura que tenemos dentro, para repartirnos flores sin espinas.

La vida es como un circo, donde todos los personajes "bailan" al son del director; la danza como los trajes cambian dependiendo del momento,  de la situación que toque; alrededor se encuentra el público,  sin éste  no hay espectáculo, asiste pero no participa de él, sin embargo lo agradece con ese lenguaje  tan sonoro y gratificante como es el aplauso.

¿Tú que prefieres ser, público o payaso?

Con el tiempo aquellos artistas ambulantes fueron desapareciendo en favor de la televisión y otros inventos que nos iban haciendo la vida más cara pero más confortable aunque también con menos  gracia. No creo que cualquier tiempo pasado fuese mejor, sencillamente eramos más jóvenes, teniamos menos prejuicios y menos recuerdos, haciendo que el equipaje fuera más ligero, porque lo que  pesa son los recuerdos, no los kilos,  en un mundo  tan preocupado por la apariencia como el nuestro.

De cualquier manera, ambulante o estable, deseo con todo mi corazón que viva siempre el circo. La risa es la mejor arma que desarma a cualquier contrincante.




Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
Bandeja
Acrílico sobre cartón
Firmado  y fechado en 2.011
Medidas: 46 x 56 cm





Aranjuez,  14 de febrero de 2.013






domingo, 3 de febrero de 2013

Ingratitud



A voz de pronto se me ocurre, qué  ingrata es la vida con aquellos que nos han regalado tanto y que poco han recibido de nosotros.

Cada año, el veintidós de abril, se rememora la muerte acaecida en 1.616 de don Miguel de Cervantes Saavedra, por ello se procede a la lectura del Quijote, su más completa obra, durante varios días en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, en sucesivas sesiones. Hemos tenido la suerte de poder participar en dicha lectura en dos ocasiones.

Da verdadera pena comprobar como un hombre de su talla, habiendo dado tanto de sí, viviera como lo hizo, recuérdese que se habla de nuestro idioma como de la lengua de Cervantes, gracias a la gran difusión de su obra en todo el mundo. Aunque tuvo poca fortuna, siempre estuvo luchando contra las adversidades de todo tipo, lejos de anularle, sacó provecho de la penuria, de los desatinos de su cruel destino sacando a la luz lo mejor de si mismo para toda la humanidad. Fruto de una vida plena, repleta de amoríos, de cambios de residencia en difentes ciudades españolas como Madrid, Sevilla y Valladolid, su estancia en Italia al servicio del Cardenal Acquaviva, posteriormente sufrió cautiverio en Argel, su infeliz matrimonio con Catalina de Salazar, padeció la pena de cárcel en Sevilla... y mucho más situaciones que no favorecían en modo alguno el desarrollo de su capacidad creativa.

Su vida no podría ser tachada de aburrida, siempre deseando, estoy seguro, de encontrar la paz; podría ser que su estancia en la cárcel real de Sevilla, fuera el lugar donde pudo empezar a escribir su obra más conocida. De cualquier manera, conociendo su biografía verdaderamente es admirable el partido obtenido de tanto revés, regalándonos maravillosas historias siempre sugerentes y jugosas que nos hablan de lo poco que ha cambiado la condición humana.

En el Siglo de Oro Español, se dieron cita en todos los campos del arte, lo más granado de nuestra historia por su calidad y cantidad, en una época en que la decadencia económica y política eran patentes. Sin embargo por encima de las dificultades que el artista pudiera tener y sigue teniendo, las ganas imperiosas de llevar a  cabo los sueños que uno tiene son mas fuertes que todo los valladares juntos.

Poco antes de morir, dedicó a su protector, don Pedro Fernández de Castro y Andrade, séptimo Conde  de Lemos, los trabajos de Persiles y Segismunda, donde escribió: "El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir..."

Llegó a conocer la difusión del Quijote, también se enfrentó a la segunda parte escrita por Avellaneda, como sabemos; pero su situación económica no varió notablemente." El Quijote" es el libro más traducido después de la "Biblia", muy difundido, muy apreciado, una fuente de inspiración para multitud de artistas de toda índole, escrito en un idioma como el que hablamos que nos acerca a millones de personas separadas por un océano; te das cuenta de lo importante que es lo hispánico, el idioma español, cuando cruzas el charco. Recalco al decir, el tesoro que nos regaló, y cuan ingratos somos en vida con aquellos que nos la hacen ver de otra manera. 


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"La habitación que yo tenía"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.005
Medidas: 100 x 80 cm


Aranjuez, a 3  de febrero de 2.013


martes, 22 de enero de 2013

El andén


El otro día una amiga esperando su tren vió que un niño tiraba de su corpulento padre a primera hora de la mañana, cuando ellos abandonaban el vagón de metro que al pequeño le acercaba al colegio y al mayor a su trabajo; el andén estaba  lleno de gente, de entre todo eso salía una melodía que desgranaba un hombre con su trompeta. El niño que a duras penas andaba, pues contaba poco más de dos años, se paró en seco; el padre seguía caminando pero él insistía, por fín se pararon, aunque fueron casi las únicas personas de entre ese montón que escupía el metro a esas horas.

Un reciente estudio realizado en los Estados Unidos situaba a un músico interpretando una serie de piezas, en una céntrica estación de metro, a una hora punta y durante unas tres horas. El resultado fue revelador del mundo que habitamos pues la inmensa mayoría que circulaba por aquel lugar no se paró a escuchar, supongo que por la premura de llegar al trabajo o por ocupaciones varias. Al cabo del tiempo transcurrido, el citado señor obtuvo treinta y seis dólares por su trabajo, lo llamativo fue que poco antes dicho señor que es un afamado músico tenía vendidas todas las localidades a noventa dólares cada una  en el teatro donde dió varios conciertos.

La prisa, la ansiedad, la ceguera... no nos permite reconocer por si solos que a nuestro alrededor hay seres diferentes que destilan ese no sé que, ese que sé yo, que muchos no tienen; esas personas se encuentran entre nosotros pero no nos damos cuenta a no ser que paguemos lo razonable por una butaca y la crítica haya bendecido de antemano al concertista y por supuesto que hayamos acabado nuestros respectivos trabajos.

Por suerte, el otro día tomé el metro, ¡si, por suerte!, porque cuando me disponía a salir a la calle, en un ensanche del pasillo, se encontraba un pianista y una violinista tocando una melodía ensoñadora, ya utilizada en el cine, todo se llenó de luz para mí, me paré, disfruté y les dí unas monedas que deposité en el estuche del violín en el suelo, que no estaba a rebosar precisamente; después emocionado les dí las gracias, pero en ese rato observé que casi nadie se paró.

Como dice mi mujer: "¿Cuándo nos vamos a dar cuenta que los ojos son para ver y el corazón para sentir?" A menudo, olvidamos que se puede disfrutar de la belleza en cualquier lugar y en cualquier momento, simplemente parándose.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"El violinista"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 35 x 50 cm



En Aranjuez a 22 de enero de  2.013



lunes, 14 de enero de 2013

Tus ojos





Sedientos de curiosidad, 

chispeantes de alegría,

inquietos de preocupación,

ávidos de las más gratas sorpresas;

tus brazos largos para la danza,

tus manos de pianista,

dispuestas tanto para acariciar como para cargar con lo que haga falta;

tus piernas flexibles y veloces para correr o para dar cientos de volteretas.

Y sobre todo ello, tu cabeza, que vas amueblando poco a poco con tus vivencias, tus sensaciones; es una fábrica de recuerdos que hará que un día sea un verdadero palacio.

Parece que fue ayer, agazapada nada más nacer, tus ojos vivaces escrutaban todo. Nunca olvidaré aquella imagen; ahora acabas de cumplir doce años, ya eres una mocita pero para mi, siempre seras la niña de mis ojos.



Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Pepi de vacaciones"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 50 x 35 cm


En Aranjuez, a  15 de enero de 2.013

sábado, 12 de enero de 2013

La vuelta


Después de haber disfrutado de un viaje de novios de lujo, regresaron a la buhardilla, era su hogar. Su estancia en México había sido maravillosa, el país les encantó, les acogieron con cariño y lo más importante: consiguieron encargos; el mejor regalo de boda, fue realizar un lienzo de más de dos metros por dos sobre la Gran Vía, destinado a una casa particular, un sueño; además de contactar con Galerías, visitar Museos y bailar, ¡qué baile más encantador se marcaron en la última planta de la torre Iberoamericana o bajo la carpa de la plaza Morelos. Se sentían como en casa, pero había que volver con sus maletas llenas de vivencias nuevas y muchos regalos para sus familias.

Cargados como venían después de subir andando los cuatro pisos de rigor, llegaron y al abrir la puerta se encontraron lo que habían dejado: un habitáculo extrecho, caluroso, muy coqueto además de muy modesto. Ella, después de haber disfrutado de lugares ensoñadores era como si las vigas de madera centenaria se le vinieran encima. Él le dijó: "No te preocupes, nos vamos otra vez", y se marcharon hasta encontrarse frente al mar azul del sur. Pero siempre hay que volver, parece ser aunque es cierto que con alegría, pues había que cumplir con los encargos conseguidos durante aquel viaje. La casita estudio al tener reducidas dimensiones presentaba ciertas dificultades para llevarlos a cabo, pero ni que decir tiene se llegó a buen puerto; la buhardilla disponía de luz a raudales debido a las siete claraboyas en el techo y distribuyendo los espejos consiguió más profundidad colocándonos frente a los lienzos blancos, pues al tener mucha pendiente el tejado no podía alejarse  porque se daba coscorrones en la cabeza; con el tiempo logró sortear todos los inconvenientes que no eran pocos.

Al no haber cocina, se las ingeniaban, preparando un sinfín de ensaladas, de platos precocinados; lo peor era el frío en el invierno y el calor en el verano, pero eran jóvenes y nada se les hacía cuesta arriba. Sin embargo el baño era generoso en proporciones, tenía luz por todos lados, incluso en el techo y una bañera que de forma ilógica había colocado en anterior dueño, también disponía de una lavadora que además de lavar, andaba. Lo más divertido de este asunto, fue comprobar como habían metido el aparato en cuestión por una puerta tan extrecha.

Pero lo mejor de todo era la tranquilidad, se encontraban en el centro de la ciudad, en un barrio castizo y alegre con el Rastro al bajar la calle. Recibían pocas visitas de sus respectivas familias, excepto las personas interesadas en ver sus trabajos. Solamente el padre de ella, siempre cariñoso con los dos, venía con frecuencia, salían a darse una vuelta o a tomar algo.

Así pasaron algunos años hasta que llegó el primer retoño y consiguieron otra casa porque no había sitio para los tres, aunque el estudio siguió funcionando como tal, cuando el número de la familia aumentó y aún antes, a los niños les gustaba venir y ver lo que había pintado su padre. Se sentía como en una especie de isla en medio de la ciudad, sin estar aislado de nada ni de nadie.


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"El salto del caballito"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.008
Medidas: 100 x 81 cm


En Aranjuez a 8 de enero de 2.013








miércoles, 9 de enero de 2013

El regalo


"Regálame una tarde como aquella, porque sé que no habrá otra igual". 

¡Qué bien le sentaba aquel vestido cuajado de rosas sobre un fondo negro, las sandalias planas, la pamela de paja y qué decir de sus gafas que le ayudaban a ver todo de color de rosa!, a su lado él estaba sentado como un niño con zapatos nuevos; la verdad, daban la pinta de turistas.

Las palmeras rebasaban a las casas de la plaza, las cariátides no mostraban cansancio por sostener la pesada taza de la fuente que sin parar les empapaba de agua, como tampoco cesaban de ir y venir las juguetonas palomas.

A la sombra de una sombrilla, tomando una cerveza bien fresquita veían pasar la vida aquel día de junio; el bullicio de las Ramblas fue un baño de color y de calor, repleto de personas de todo tipo, de las flores, de los pájaros hasta desembocar en la puerta de la Paz, presidida por la magnífica columna coronada por Colón. Enderezarón el paseo del mismo nombre, les sonreían las palmeras, la tarde prometía ser divertida. Subieron a su hotel para descansar un rato, bueno lo que dan ciertos ratos cuando todavía estaban deseosos de seguir conociéndose.

La cena a base de pescaito frito y vino frío les ayudó a reponer fuerzas; más tarde el paseo al borde del mar, les refrescó totalmente, al poco se retiraron a dormir, pues había que madrugar. La sola idea de no despertarse a la hora señalada, les impidió conciliar el sueño; cada vez que se iban de viaje, les sucedía lo mismo; seguían siendo como niños.

Madrugaron y desayunaron sin prisa, se dirigieron caminando al puerto y como tenían tiempo antes de zarpar su barco, él pudo tomar algún apunte. Subieron y desde lo más alto del buque divisaron una hermosa vista de la ciudad bajo la esplendida mañana.

Por fín cumplirían su acariado deseo de ir en barco hasta Roma.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
La plaza Real de Barcelona
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.000
Medidas: 81 x 65 cm




Aranjuez a 7 de enero de 2.013