sábado, 3 de agosto de 2013

La celebración


La luz ámbar se filtraba a través  de los ventanales de la inmensa nave, elegante y rotunda de la iglesia; un ejemplo sobrio del arte del renacimiento de los  tantos diseminados por la llanura manchega.
Ellos, se encontraban sentados en un banco observándolo todo con una extrema calma, la novia engalanada junto al novio en el altar, repetía en alto, su compromiso de por vida con éste, en presencia de un nutrido grupo de invitados que abarrotaba el templo, ataviados para la ocasión.
Mientras la pieza de Mozart ejecutada por los músicos ascendía hasta las bóvedas desnudas, el perfume de los liliums blancos impregnaba todo el recinto, llenándolo de una exquisita fragancia.
Entretanto ellos miraban de reojo un cuadro grande y soberbio  que representaba la adoración de los magos, nada menos de Lucca Giordano, al lado una escultura de la virgen del Carmen completaba el bello conjunto.
En este país tan antiguo en el rincón menos insospechado, descubres una joya; sólo tienes que pararte y disfrutar. Agarrados de las manos se hablaban con sus ojos, recordando aquel día de septiembre cuando se dieron el sí para toda la vida, también la iglesia se encontraba a rebosar de flores y la música sonó durante toda la ceremonia.
Sin decirlo, sentían que casi todo en su existencia empezaba a tener veinte años; eran muchos, pocos; no sabían a ciencia cierta, sólo les constaba que continuaban andando de la mano, codo con codo.
La luz cegadora y el calor sofocante les esperaba afuera pero ellos no se arredraban, cargados con sus recuerdos e ilusiones llegaron hasta otro pueblo donde ya se intuía la cercanía del mar; también allí presenciaron una boda, con el cortejo acicalado a  tal efecto, arropado por los fuegos de artificio de Haendel, en un escenario que no desmerecía al enlace nupcial.
La interpretación de la música antigua les conmovía,  se sentían arrullados y elevados, gracias a la magnífica acústica de los lugares donde la escuchaban. A buen seguro que Dios en estas ocasiones, sonreía ante tal agasajo humano; aunque se dice que dicha disciplina amansa a las fieras, siempre hay que tener en cuenta que éstas pueden ser  sordas, pero no todas, afortunadamente. Él le dijo: "Vámonos, pues cuando lleguemos va a estar cerrado el mar"; a lo que una invitada al oírle, respondió: "El mar nunca se cierra".
Sonrieron y se quedaron un rato más gozando del ambiente festivo, no era para menos, nadie les esperaba y las prisas nunca fueron buenas para vivir.
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Con otro aire"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 35 x 50 cm


En Aranjuez a 3 de agosto de 2013
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miércoles, 17 de julio de 2013

Una probabilidad entre muchas


Me encantan las sombrillas multicolores que siembran las calles, las plazas y las playas, como si se tratara de un inmenso tapiz de flores de tela, se despliegan al sol para guarecernos de éste y sus rigores.
 
Me encandila el ruido de los vasos y los platos sobre las mesas, los chascarrillos de las personas a la sombra de las sombrillas, cuando cae la tarde con sus últimos arreboles; mientras todas, todas las cosas se iluminan con esos tonos anaranjados matizando los contornos, convirtiendo cualquier escenario en algo irreal.
 
Me priva el olor a hierba recién regada al borde de la acera mientras te tomas una caña y tu boca de fresa no cesa de llamar mi atención.
 
Por fin el manto negro de la noche ha caído sobre el mundo y nosotros mirando a la luna gorda, nos decimos: "Allá arriba probablemente habrá otros lugares con sombrillas para resguardarse del calor".
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"El jardín"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2012
Medidas: 34 x 74,3 cm




Aranjuez a 18 de julio de 2013
 


lunes, 1 de julio de 2013

La cita


Se  fue desperezando sin prisa, el  sol lucía en lo alto, el largo invierno tocaba a su fin; después de tanto frio había llegado el momento y decidió que la primavera volviera a su vida.
Aquel accidente de  tráfico cambió el rumbo de sus días, de golpe y porrazo se quedó sin familia; la niebla se tragó a su mujer y a sus hijos dejando un inmenso rastro de ausencia. Al quedarse solo, huérfano por todos los lados, con su vida hecha jirones, en carne viva; se  refugió en su trabajo, pasando un desierto durante años y años, llorando por dentro sin derramar una sola lágrima hacia afuera. Blindándose con un traje de piedra sin traspasarle nada ni nadie, vacunándose así de cualquier emoción. Absorbido completamente por su labor como profesor de universidad, su total entrega a la docencia hacía que los días transcurridos se parecieran demasiado los unos a los otros,  hasta llegar al fin de  semana; dedicado a practicar algún deporte, a la lectura y al cuidado de la casa.
Después de aquella fatídica noche,  cambió la  residencia familiar por un apartamento pequeño  en el centro, para ahuyentar los recuerdos que pesaban como potentes losas de  piedra. De esta manera sus días grises se derramaban con la languidez de la lluvia sobre los cristales; una mañana se encontraba en su despacho, cuando alguien tocó a la puerta, se trataba de una alumna venida para discutir sobre la nota de un examen con la que estaba en total desacuerdo.  Al cabo de un rato, de tirar y aflojar, al pasar unos folios, las manos de ella rozaron las de él,  de repente sus miradas se cruzaron. Él empezó a hundirse en  el verde de sus ojos color esmeralda como el  mar, encendiéndose echando chispas.
A continuación hablaron de lo humano y lo  divino hasta olvidar ambos sus respectivos compromisos. Él estaba excitado al regresar a su casa, en su cabeza súbitamente empezaron a relinchar caballos, palomas..., que parecían desbocarse. Se decía: "Pero si podría ser su padre". A sus cincuenta años se le apareció la imagen de su hija y pensó como sería ahora, sintió un nudo en la garganta que desapareció después de tomar una copa.
"Pero bueno si  podría ser mi  padre", decía ella mientras un montón de mariposas revoloteaban por su estómago, sin acordarse para nada del suyo.
Las visitas al despacho se hicieron frecuentes, así llegó el fin de curso habiéndose dado sus respectivos teléfonos. No habían pasado quince días cuando después de haberse devanado los sesos, venciendo sus miedos, se decidió a telefonearle, pidiendo una cita que ella aceptó encantada.
Desde ese momento fue como si volviera a sus años jóvenes, estaba como loco, como cuando conoció a su mujer; empezó a vestirse probándose este pantalón, este suéter, comprobando la hora..., ella por su parte se encontraba de igual manera, aunque a los veinte años, no necesitas nada, lo llevas todo puesto.
Harto de tantos inviernos pasados, cerró la puerta y encerró la primavera en su piel, bajó a la calle, enfiló la avenida del parque a la sombra de los plátanos frondosos y el olor a hierba recién cortada, bien provisto de cascadas de ilusiones nuevas para ver a su Aurora.
GREGORIO GIGORRO
"Ella"
Acrílico y tinta sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas : 35 X 50 cm

Aranjuez a 13 de junio de 2013

miércoles, 5 de junio de 2013

El volapié


Aquella tarde de mayo acodado en la baranda, al sentir la música de la cercana plaza de toros, los acordes de un pasodoble se elevaron sobre las cúpulas de palacio y de San Antonio, se esparcieron por los jardines llegando hasta los sotos, subiendo hasta la azotea y se dejó llevar, volando hacía otra época, de repente se vio en aquel coso, construido hace más de doscientos años, en un tiempo record para solaz de los regios espectadores y toda su corte.
Goya, que tantas veces había visitado el Real Sitio, requerido por sus majestades, el príncipe de la Paz entre otros nobles; recuérdese que el retrato de la familia de Carlos IV al completo lo pintó aquí, concretamente en el salón Ariadna de palacio; se encontraba junto a Cayetana, duquesa de Alba, disfrutando de la corrida, gozando de la vida que tanto le había costado conseguir; ella, señora distinguida y llana a la vez, se sentía atraída por los toreros y  los saraos populares. A buen seguro que no se perdió aquel día de toros en  Madrid, cuando Barbudo, un toro negro zaino, acabó con la vida del diestro José Delgado, "Pepe-Hillo", inventor del volapié.
Nadie podía imaginar que un año después, a finales de julio de 1.802 doña Maria del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Silva, moría inesperadamente sin dejar descendencia,  en ella se extinguió la rama principal de los Alba, pasando el titulo a una rama colateral, a la de Fitz-James Stuart.
Nuestro pintor en seis meses de trabajo en el año 1.798 había decorado la media naranja de San Antonio de la Florida, su obra redonda, pletórica de vida, donde personajes de aquel Madrid se arremolinan ante el milagro del Santo, hecho ocurrido en el siglo XIII pero trasladado al siglo XVIII; poco después sería nombrado el primer pintor de cámara del rey Carlos IV.
Pero mucho antes entre 1.793 y 1.794 al quedar viuda Cayetana, le acompaña a Sanlúcar, serán diez meses de alegría, pintará como un poseso hasta formar el delicioso cuaderno de bocetos. Es fácil imaginar a la pareja pasear al borde de la bahía o por el Coto de Doñana impregnados por la brisa marina y la luz transparente; como tampoco lo es cuando uno se encuentra en el Volapié, un lugar traído del sur hasta Aranjuez, para deleitarnos con los sabores de la buena mesa que huelen y saben a esa tierra tan cálida, en el restaurante de mi amigo Ricardo, no añoras a Cádiz, parece que estás allí. Si Goya viviera a buen seguro que hubiera tomado un refrigerio con Doña Cayetana para seguir recordando aquella temporada pasada; el aroma del sur está a un paso de ti, de igual manera que los lugares frecuentados por personajes como la aristócrata y el artista mencionados, otros como Farinelli, la duquesa de Osuna, Godoy, la condesa de Chinchón..., posteriormente Rusiñol, el maestro Rodrigo y tantos otros que han sido seducidos por este Sitio con mayúscula  y lo han engrandecido.
Muchas veces disponemos de lugares maravillosos y cercanos, sin embargo no somos capaces de verlos.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Globos sobre Aranjuez"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2009
Medidas: 70 x 35 cm




En Aranjuez a 5 de junio de 2013


domingo, 2 de junio de 2013

La vista


Después de haber atravesado el majestuoso puente de Alcántara,  habiendo visto el conjunto apiñado y sobrio bajo el Alcázar,  se internaban a través de una carretera estrecha y zigzagueante, bordeando la escarpada colina, atravesando el arco que un día formó parte del acueducto que abasteció de agua a la ciudad.
Seguían subiendo la cuesta y a la derecha, en lo alto se erguían las numerosas iglesias, palacios, la potente catedral primada con su esbelta torre, San Ildefonso, San Pedro Mártir y otras muchas, recortándose sus perfiles bajo el cielo añil. Para él, era uno de los skyline más soberbios del mundo; a veces se paraban al lado de la virgen del Valle, una ermita deliciosa, desde donde la ciudad se mostraba en toda su magnificencia con el Tajo encajonado a sus pies.
No sabría con que estación quedarse, pues la encontraba hermosa en cualquier época, hiciera frío o calor, fuera de noche o de día, por cierto gracias a la iluminación de la que disfruta, tenía la impresión de estar delante de un lugar anclado en otro tiempo, fuera del actual.
Otras veces llegaban hasta el cerro del Emperador y en la terraza del parador, si hacía bueno, él mientras tomaban un refresco, les iba relatando los nombres de cada monumento; como regresaban de  vez  en cuando, tenía la costumbre de preguntar a sus hijos por aquello que les había enseñado.
Cuántas puestas de sol cegadoras habían visto los cuatro. Al regresar de otros viajes, hacía lo posible para descansar y estirar las piernas, parándose delante de aquel espectáculo, se sentía que estaba en su casa y que desde su balcón justo enfrente, estaba Toledo, ¡Casi na!, deseaba que le quedaran muchas ocasiones para seguir gozando de aquella vista, pues siempre decía: "Si me gusta algo, es para siempre".

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
¡Qué miras, princesa!
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas:  50 x 35 cm


En Aranjuez a 2 de junio de 2013

miércoles, 22 de mayo de 2013

Atlético de Madrid, campeón



Amaneció un día de primavera frio, era viernes diecisiete de mayo, mes florido y hermoso, este año aún más, debido a las lluvias acaecidas; con un ambiente inestable, alternando ratos donde el sol reía, con otros donde lloraba sobre el terreno de juego, lugar de la celebración del derbi más esperado del año.


La jornada avanzaba, los ánimos de los fervientes seguidores de ambas alineaciones iban creciendo, por fin llegó la hora, el partido fue reñido, de un dinamismo trepidante entre el equipo galáctico y el Atlétic  arropado por una afición enardecida. ¡Fue apasionante!, y lo digo yo que no me gusta este deporte en absoluto, pero si practico el ejercicio físico con frecuencia; ahora bien cuando se trata del equipo del Calderón es diferente, porque valoro con mayúscula la voluntad, el esfuerzo y la perseverancia, no importa a lo que te dediques.


La espera ha merecido la pena, después de catorce años ha obtenido la victoria contra el coloso del Bernabéu, habiendo jugado los dos francamente bien.


Si tuviera que apuntarme a un club no lo dudaría, porque éste apoya incondicionalmente a sus jugadores, pase lo que pase; los hinchas colchoneros son sufridores natos, nunca dejan en la estacada a su equipo. En un mundo en él que el éxito es algo fundamental, apostar por el caballo perdedor temporada tras temporada, resulta verdaderamente anacrónico.


Con un presupuesto muchísimo más bajo que su contrincante, su coraje y su paciencia extraordinarias, les ha llevado a buen puerto, hasta la plaza de Neptuno, dios del mar, abarrotada de público con la alegría que les caracteriza para celebrar la victoria.


Enhorabuena a todo el equipo y a sus seguidores que como yo  creen cada día en  que los sueños pueden realizarse.


GREGORIO GIGORRO
"El jugador"
Tinta y acrílico sobre lienzo
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 50 x 50 cm



En Aranjuez a 23 de mayo de 2013

sábado, 18 de mayo de 2013

Interior



La locomotora de un tren antiguo sobre la mesa baja del luminoso salón, parecía mirar al caballo de cartón fallero, que se encontraba sobre una alfombra esparcida por el suelo, se diría un jardín multicolor y geométrico, pletórico de flores encendidas entre los arriates rectilíneos, dando el contrapunto al piso de color madera, mientras el ojo ciego de la televisión vigilaba la escena; sobre todo ello un ventanal dejaba ver un paisaje urbano presidido por una cúpula, se trataba de un interior. Ella había recorrido con su mirada cada detalle del cuadro, después de un rato, exclamó: "¿Desde tu casa se ve una cúpula?", él se sorprendió por la  pregunta y enseguida le respondió:  " No, pero se verá".
 
 
Pasaron tres años pintando y viviendo; ahora desde su casa se veían no una, sino tres cúpulas, rodeadas de un inmenso jardín que se prolongaba en el campo haciéndolo aún más grande.
 
 
Es curioso, porque el tren que pintó tampoco existía en aquel momento, pero si es verdad, que al poco tiempo su cuñada le regaló a su  hijo el mismo; de igual manera sucedió con el caballo, él creía recordar  que de pequeño había uno en casa de sus abuelos maternos con el que jugaba, en todo caso quedaba muy bien haberlo incluido en la composición pictórica, al igual que la cúpula, ya que en aquel barrio del sur, donde habitaba había muchas cosas pero  ningún alarde arquitectónico como el retratado.
 
 
Sin embargo, lo pintó probablemente porque anhelaba que el sitio donde quería vivir fuera así, de hecho andando el tiempo los elementos pintados tomaron carta de naturaleza; y es que los sueños si los visualizas con toda tu fuerza y con insistente frecuencia, a fuerza de soñarlos pueden adquirir forma real.
 
 
Para muestra sirve un botón.
 
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La bicicleta y el pez"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2008
Medidas: 81 x 100 cm



En Aranjuez a 18 de de mayo de 2013