domingo, 23 de julio de 2023

Hacer mella

 Lo recuerdo como si fuera ahora mismo, el calor era sofocante, el color dominante el amarillo como la paja del trigo que se metía tan dentro que parecía una segunda piel, la tierra ardía, los incendios eran frecuentes, las campanas tocaban y el pueblo entero acudía a sofocarlo mientras las chicharras no cesaban de cantar, el olor a espliego impregnaba el monte de encinas.

La calle era el escenario de los juegos, las puertas de las casas permanecían abiertas todo el día, cuando el cielo se llenaba de estrellas se acostumbraba a sentarse al fresco cada noche.

La pandilla de niños después de bañarse en el pozón, se tumbaban a secarse sobre el asfalto caliente de la cercana carretera era lo contrario al agua helada que surtía al estanque que servía para regar el huerto de la casa del bosque, un poco más abajo entre cipreses, almendros y otros árboles más frondosos.

Pero lo que realmente les divertía era cuando bajaba un coche por la carretera entonces ellos salían corriendo descalzos a darse otro chapuzón.

Así entre otras aventuras como robar fruta, jugar a las diez y sereno por las calles del pueblo transcurrían aquellos veranos largos, sus andanzas parecían no agotarse. Otra afición era jugar al fútbol en las eras donde se trillaba, al lado de éstas había un terreno llano con dos porterías enfrentadas y poco más, a los niños les servía para llevar a cabo ese deporte, en otras ocasiones disputaban encuentros con equipos de pueblos vecinos, iban en bicicleta y si los contrincantes a los que visitaban resultaban vencidos a veces les despedían a pedradas, también y siempre en bicicleta solían llegar hasta un pinar hermoso donde las cortezas de estos árboles les servían para hacer barquitos que después navegaban por los arroyos del término municipal donde había peces.

Recuerdo que cuando se construyeron los primeros chalets a las afueras en sus jardines se sembraron pinos, los niños creyeron que cuando estos fueran grandes harían barquitas de madera, efectivamente los pinos crecieron pero no lo es menos que ellos también.

Todo cambió cuando al encontrar un manantial más arriba del bosque éste se quedó sin agua justamente para abastecer al pueblo de al lado, ni que decir tiene que todo empezó a secarse, los arroyos se quedaron sin peces, sin la frondosidad de sus olmos gigantescos o así los veían ellos cuando daban la vuelta al camino y aparecía un telón verde que resguardaba un mundo de carrascas, encinas, álamos abrazados por la hiedra, un sinfín de pájaros, de ranas, en fín un mundo que ha desaparecido.

El otro día estaba sentado esperando no sé a qué a ciencia cierta, se aproximó un señor fuerte, ajado por el sol, los años o todo junto, se paró y dijo: "Me conoces,", a lo que yo respondí : "Claro que si", hablamos un rato como lo que somos, adultos, padres de familia y vecinos del mismo pueblo.

Por mi cabeza como si fuera una fotografía de una película apareció aquella escena: tumbados al sol, risueños, despreocupados, como si la vida fuera eterna y tuviéramos todo el tiempo del mundo. No me atreví a decirle todo eso que acabo de relatar, curiosamente si lo había comentado días antes a mi familia sin saber que aquel encuentro se produciría.

Hay vivencias que hacen mella y permanecen dentro de ti mientras vivas, te guste o no te guste.

¿Y tú, que has perdido por el camino?

    En Aranjuez el día 23 de julio de 2023