lunes, 28 de octubre de 2019

La noche aciaga


Desoyendo los consejos de sus más allegados, alquiló aquella casa lóbrega y vetusta como la niebla que envolvía desde milenios los parajes que la rodeaban.

Se puso a escribir un cuento que le rondaba la cabeza desde hacia tiempo. La lluvia golpeaba con furia las contraventanas, los relámpagos centelleaban, los truenos rugían, los muebles se estremecían; mientras  él escribía sin parar.

Un trueno resquebrajó el cielo, todo se quedó a oscuras, agarró un candelabro y de los cuatro  brazos lucieron las velas, la estancia pareció iluminarse, él siguió con su trabajo.

Pasó el tiempo y agotado se durmió mientras que el agua persistente encharcaba los campos.

Comenzó a escuchar gritos, lamentos desgarradores y los goterones de agua que caían por doquier. Se sobrecogió, sintió frío, permanecía petrificado después de sentir un estruendo de algo que hacía desmoronarse un edificio sin duda próximo a la casa y acertó a darse cuenta que aquel bullicio que acababa de escuchar venía de allí. Sentía entre las sombras figuras desdibujadas por toda la habitación, rezos solemnes, ruido de cadenas, hacia tiempo que las velas se habían apagado, él no se atrevía a moverse, de un golpazo se abrieron las ventanas, ante sus ojos apareció un paisaje tétrico, una procesión de personajes sin caras se arrastraban con unos hábitos entre el barro del camino. Se sentía atado a la mesa por algo desconocido que bramaba, que pugnaba por salir desde el fondo de la tierra.

Se resistía con la razón a dar crédito a lo que estaba viendo mientras que su corazón estaba en un puño,latiendo más y más deprisa a punto de salirse del pecho, de reventar.

Llegó el día, no pudo entregar su cuento, las hojas chamuscadas se desperdigaron por toda la habitación, lo poco legible era otro príncipe feliz cuando fueron a sofocar  el fuego además en una de las paredes que quedaba se hallaba escrito en letras góticas: "Nadie puede escapar a su destino", eso era lo poco que quedaba de aquella casa cerca del cementerio y de la iglesia que existieron  y que también sucumbieron a las llamas una noche como aquella hacia muchos años.

 La bruma fue levantándose como un manto inmenso, algodonoso, los pajarillos comenzaron a cantar entre la frondosa vegetación, a lo lejos se oía una campana que tocaba a muerto.


En Aranjuez a 28 de octubre de 2019