Aquella tarde de mayo acodado en la baranda, al sentir la música de la cercana plaza de toros, los acordes de un pasodoble se elevaron sobre las cúpulas de palacio y de San Antonio, se esparcieron por los jardines llegando hasta los sotos, subiendo hasta la azotea y se dejó llevar, volando hacía otra época, de repente se vio en aquel coso, construido hace más de doscientos años, en un tiempo record para solaz de los regios espectadores y toda su corte.
Goya, que tantas veces había visitado el Real Sitio, requerido por sus majestades, el príncipe de la Paz entre otros nobles; recuérdese que el retrato de la familia de Carlos IV al completo lo pintó aquí, concretamente en el salón Ariadna de palacio; se encontraba junto a Cayetana, duquesa de Alba, disfrutando de la corrida, gozando de la vida que tanto le había costado conseguir; ella, señora distinguida y llana a la vez, se sentía atraída por los toreros y los saraos populares. A buen seguro que no se perdió aquel día de toros en Madrid, cuando Barbudo, un toro negro zaino, acabó con la vida del diestro José Delgado, "Pepe-Hillo", inventor del volapié.
Nadie podía imaginar que un año después, a finales de julio de 1.802 doña Maria del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Silva, moría inesperadamente sin dejar descendencia, en ella se extinguió la rama principal de los Alba, pasando el titulo a una rama colateral, a la de Fitz-James Stuart.
Nuestro pintor en seis meses de trabajo en el año 1.798 había decorado la media naranja de San Antonio de la Florida, su obra redonda, pletórica de vida, donde personajes de aquel Madrid se arremolinan ante el milagro del Santo, hecho ocurrido en el siglo XIII pero trasladado al siglo XVIII; poco después sería nombrado el primer pintor de cámara del rey Carlos IV.
Pero mucho antes entre 1.793 y 1.794 al quedar viuda Cayetana, le acompaña a Sanlúcar, serán diez meses de alegría, pintará como un poseso hasta formar el delicioso cuaderno de bocetos. Es fácil imaginar a la pareja pasear al borde de la bahía o por el Coto de Doñana impregnados por la brisa marina y la luz transparente; como tampoco lo es cuando uno se encuentra en el Volapié, un lugar traído del sur hasta Aranjuez, para deleitarnos con los sabores de la buena mesa que huelen y saben a esa tierra tan cálida, en el restaurante de mi amigo Ricardo, no añoras a Cádiz, parece que estás allí. Si Goya viviera a buen seguro que hubiera tomado un refrigerio con Doña Cayetana para seguir recordando aquella temporada pasada; el aroma del sur está a un paso de ti, de igual manera que los lugares frecuentados por personajes como la aristócrata y el artista mencionados, otros como Farinelli, la duquesa de Osuna, Godoy, la condesa de Chinchón..., posteriormente Rusiñol, el maestro Rodrigo y tantos otros que han sido seducidos por este Sitio con mayúscula y lo han engrandecido.
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