Desde la barandilla veía justo debajo, bañarse a los niños, divirtiéndose entre los pedruscos del río que venía de la sierra, otros chapoteaban en el agua helada, más allá tomaban el sol o se dirigían a las sombrillas donde estaban sus padres para darles de merendar; todo frente a la presencia muda de un viejo puente de ojo apuntado que sobresalía de entre los pinos.
Parece que fue ayer, pensaba mientras observaba la escena. Él se veía, bañándose en los estanques del campo antes de que sus dueños los vaciaran para regar los huertos, después se secaban al sol, sin toalla y más tarde volvían a casa en bicicleta.
Parece que fue ayer, cuando subía a las eras donde se trillaba el grano separándolo de la paja, una vez acabada la recolección del cereal; todo era amarillo, seco y el sol te ardía en la cara.
Parece que fue ayer, cuando recogía el espliego para venderlo, todo olía intensamente a esa planta que le sigue gustando tanto como el aroma de un tomate recién cortado de la mata o el sabor del melón recién abierto. Aquellos veranos eran interminables y pegajosos, era obligatorio hacer la siesta, ponerse guapo para ir a misa los domingos o montarse en los caballitos al llegar la fiesta del pueblo.
Parece que fue ayer...
GREGORIO GIGORRO "Pepi montada en un caballito" Acrílico sobre papel Firmado y fechado en 2.002 Medidas: 50 x 35 cm Aranjuez, 5 de agosto de 2.012 |
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