La niebla se fue levantando,
dejando un cielo plomizo,
los contornos de los puentes,
las cúpulas y las torres
recuperaban su apariencia;
el ámbar de las farolas se apagó,
las luces de los coches iluminaron las calles,
a su paso temblaban las hojas secas del bulevar.
El Támesis no tenía prisa para llegar al mar,
por más que las gaviotas se lo recordaran,
mientras el sol pugnaba
tímidamente por abrirse un hueco.
Entonces él se sentó a descansar
delante de un humeante café
viendo la vida pasar.
GREGORIO GIGORRO Boceto 2010 Acrílico sobre papel canson En Aranjuez a 31 de julio de 2024 |