Esa noche la luna se vistió de fiesta, lucía un atuendo naranja que iluminaba imponente la negrura del mundo.
El camino se retorcía a través del frondoso bosque, la peineta interminable de cipreses sobresalía entre las encinas y los pinos, se sentía la humedad de las primeras lluvias del otoño, los charcos obligaban a que la marcha fuese lenta.
Más adelante aparecieron unas luces, al fondo se entreveía la fachada renacentista de soberbia factura, adonde llegaban los primeros invitados delante de la cual esperaban los anfitriones para saludarles.
Tras pasar bajo una arcada del mismo estilo que la vecina entrada nos internamos en el jardín, a ambos lados de éste, todo el servicio uniformado nos daba también la bienvenida.
Delante del zaguán el tintineo de las copas, las charlas animadas y las risas de la gente guapa se dejaba sentir.
Enseguida dimos con el claustro del XVI, obra de Alonso de Covarrubias, iluminado profusamente con velas como el resto del monasterio, resaltando aún más su belleza.
Fue mágico disfrutar solos de este recinto, con la música en vivo, las baladas ejecutadas por el saxo eran el contrapunto a la arquitectura renacentista, nos quedamos de piedra como si fuésemos las esculturas que parecían acompañar al músico.
A todo esto nos encontrabamos en San Bartolomé de Lupiana, el primer monasterio jerónimo fundado en España, allá por el siglo XIV por bula papal de Gregorio XI, auspiciado por la poderosa familia de los Mendoza, posteriormente beneficiado por Felipe II hasta llegar a nuestros días después de muchos avatares como la guerra de la independencia, la desamortización de Mendizabal y su posterior abandono.
Se trata de un conjunto monástico bellísimo y sugestivo que pese a lo ocurrido conserva un aire de grandeza y de romanticismo, quizá por la armonía entre la arquitectura y la naturaleza que lo circunda, dando una sensación cuidada pero no en exceso, si además añadimos que se decoró para esta ocasión, sencillamente lo conseguido fue magnífico. Sin olvidar el cóctel así como la cena y las copas en lo que fue en otro tiempo el refectorio, todo ello sabroso y bien servido por un personal impecable.
Conocí este lugar durante una comida, pienso que por el día todo se percibe más nítido, sin embargo la noche desdibuja los contornos, aumenta las sombras quizá incita a más sugerencias tal vez es más amiga para dar alas a los sueños, si los tienes no los abandones nunca porque sin estos, la vida no es igual; en cualquier caso aquella velada fue memorable.
Monasterio de San Bartolomé de Lupiana En Aranjuez a 23 de octubre de 2024 |