Imposible, cómo va a correr un animalito de madera, encima atravesado por el medio con un artilugio que le cruza todo el lomo, cual equino de feria, ¡pues no, de ninguna manera!
Lo cierto es que la propia postura del animal, invita a pensar que está saltando una valla de un hipódromo cualquiera. Da igual, él lo protegía con mimo, mientras el caballito se encontraba resguardado dentro de una bolsa junto a su nuevo amo, agazapado en el vagón de un metro, atestado a esas horas, se decía: "Es curioso, hace tan solo un rato no tenía esta preocupación, es decir, hacer llegar sano y salvo a este cacho de madera sacado de un contenedor, de esos donde se desecha cualquier pieza por no importa que nimio desperfecto, este mundo es así. Todo ocurrió porque al abrir la puerta, lo vio junto a otro que era su gemelo, bajo una mesa y exclamó: "¡Qué caballos tan bonitos!", repentinamente la dueña se lo ofreció, pero se negó de entrada aduciendo que no podría mostrar sus impresiones sobre todo lo que veía si la respuesta era esa; la verdad, no le parecía bien.
Al final, claudicó y llegó a su casa, al otro mundo, ese donde el ruido lo ponen los pájaros por las mañanas y los grillos por las noches. Pronto le encontró un sitio adecuado y se lo regaló a ella; allí sigue el animal quieto, aunque él siempre piensa que puede saltar volviéndose a ver en aquel tiovivo al lado de su hermano pequeño, rodeado de caballos que sujetos por barras coloreadas, atravesaban sus lomos gordinflones, subiendo y bajando sin parar de dar vueltas, y saludando a sus padres cada vez que les veían.
GREGORIO GIGORRO "La jugada" Acrílico sobre papel de estraza Firmado y fechado en 1998 Medidas: 35 x 51cm En Aranjuez a 8 de junio de 2014 |
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