¿Qué quieres beber?, tus ojos, le respondió él; su sonrisa al hablar distraía la hinchazón bajo esos luceros azules, hartos de aguantar las impertinencias de una clientela, digamos, poco fina. Linda, trabajaba hasta las tantas, detrás de la barra de un local al borde de una carretera general, para conseguir enviar más dinero a sus hijas y a sus padres, quienes les cuidaban en el lejano Brasil, mientras que ella se abría paso como modelo en Europa, o al menos, eso les decía cada vez que se comunicaban. Él, había llegado a esa edad en la que te aparcan como profesional estando aún lúcido, pero que gracias a una buena jubilación podía llevar una vida holgada después de dar sus mejores conocimientos y buenas relaciones en el mundo del espectáculo, precisamente sobre ese mundo había girado su trabajo. Dejó su ciudad, una buena mañana; viudo con hijos mayores y sus respectivas familias, el caso es que no parecían tener tiempo para su padre, por lo tanto nada le ataba a el lugar que le vio nacer; cambió los aires alegres del sur por los de una gran ciudad situada en la meseta; sin rumbo, pues no conocía a nadie pero sin embargo tenía unas ganas locas de seguir viviendo.
Cuando el calor aprieta en esas noches en que los grillos pueblan el aire pringoso, aparcó el coche frente a un bar de potentes focos rosas; entró y se dirigió hasta el fondo, donde una chica morena de grandes ojos como el mar, le miró fijamente, se pidió un whisky con hielo sin apartar su mirada de la de ella, tenía buena pinta, con un aire distinguido que la apartaba de sus compañeras de curro, pintarrajeadas como puertas y con atuendos reducidos a la mínima expresión.
Acabó su consumición y le preguntó su nombre -Linda- le respondió, bajo su mirada envuelta en el humo y las voces que colmaban el bar.
Hasta mañana, le dijo él.
Continuará...
GREGORIO GIGORRO "Equilibrio" Tinta y acrílico sobre papel Firmado y fechado en 2014 Medidas: 14 x 28 cm En Aranjuez a 21 de junio de 2014 |
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