Los niños sonrientes, lanzaban al aire sus cometas multicolores, en aquella mañana ventosa, en la que el sol también resplandecía.
Sin dejar de mirarles, la imaginación le envolvió y de pronto, se vio rodeado de parejas ataviadas a la moda de finales del siglo XIX, las damas con atuendos claros, largos y vaporosos, adornadas con sombreros generosos y sombrillas a juego; los caballeros con trajes blancos y canotiers, paseaban bordeando la baranda de la Concha: sinfonía metálica en blanco, una corona de laurel interminable, forjada a fuego y con mucho gusto.
Pocos palacetes decimonónicos quedan en pie de aquel tiempo, sustituidos por inmuebles menos agraciados aunque guardando cierta armonía en cuanto a la altura y colores de éstos, sin embargo diseminados por la ciudad podemos disfrutar de las farolas altivas, de los puentes majestuosos, del casino elegante y grande a la vera del mar, con el telón de fondo del Urgull y del casco viejo.
Atrás dejó la algarabía infantil y respiró el yodo, la humedad del Cantábrico sentado delante de la balaustrada redonda y decadente dando la espalda al palacio de Miramar, frente a la isla de Santa Clara.
A pesar de todo lo desaparecido, la ciudad guarda en la memoria, el sabor de aquel lujo, cuando la realeza y su corte decidió veranear aquí; gracias a este hecho y al buen hacer de gobernantes y poderosos de aquella y otras épocas posteriores, se ha preservado ese aire tan distinguido y señorial que caracteriza a San Sebastián.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?, no lo creo, sólo tengo la certeza de la existencia del actual, es lo que debemos aprovechar, sin olvidar que hubo otros.
Somos hijos, herederos del pasado, pero no presos de él.
GREGORIO GIGORRO De Sabor a ti Acrílico y tinta sobre tabla entelada Firmado y fechado en 2016 Medidas: 26 x 19 cm En Aranjuez el 16 de mayo de 2016 |
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