Era
una niña pizpireta, risueña y un poco mimada, se había criado en el pueblo al cuidado de sus abuelos en una
casa vieja, grande y de piedra, con un montón de habitaciones y muchos trastos donde poder
esconderse e inventar mil historias, imaginación no le faltaba.
Además del caserón había un jardín florido sobre todo en
primavera y una huerta enorme, donde los pepinos, tomates, acelgas y lechugas se
mezclaban con los perales, manzanos, nísperos y demás frutales.
En las noches de verano cuando se sentaban al fresco los
abuelos le contaban historias, con el run run de los grillos y el cielo cuajado de
estrellas, rodeando a la luna resplandeciente en lo alto hasta que se quedaba
completamente dormida; entonces su alma vagaba con esas alas sin iguales, sin cortapisas, libre como el viento.
Una noche soñó que se marchaba a la luna a sembrar sandias,
ni más ni menos,
probablemente había visto plantarlas a su abuelo; pensó que
si en la tierra las comían por qué no allá arriba habría otros seres hambrientos y
sedientos pero diferentes a nosotros, seguro que le gustarán las de mi abuelo porque son las
mejores.
Lena, -hija, venga que ya es hora de irse a la cama, le decía
su abuelito, -mañana más; y al otro día seguiría encontrando un tesoro en el
pajar, un saltamontes sobre una manzana, descubrir una rosa que ayer no se
había abierto o cualquier cosa, todo era una sorpresa.
A esa edad, las mesas pican, los cuadros hablan, tu padre es
el más fuerte, tu madre la más guapa,
te sientes seguro, ¿qué más puedes pedir?
GREGORIO GIGORRO "Isabel con cinco años" Pastel sobre papel canson Firmado y fechado en 2005 Medidas: 32,5 x 23 cm En Aranjuez a 18 de mayo de 2020 |
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