- Mamá,
no veo la hora en el reloj de la torre.
-Le
dijo sorprendido,
- ¿Qué
dices hijo mío? -
Le
respondió sobresaltada.
Sonaron
once campanadas rotundas y metálicas, la plaza se vistió de silencio aquella
noche estrellada de primavera.
Daniel,
a partir de aquel preciso instante no volvió a ver nada de nada, como antes.
Él, que había sido el faro de sus padres y su hermana se convirtió de sopetón
en un ciego más, en aquella familia en la que había nacido, a oscuras.
Sin
embargo, sí había conocido los colores, no tenía que imaginarlos como ellos,
tampoco la anchura de las calles, las empinadas cuestas, los pasos de cebra, la
colocación de los cubiertos en la mesa, la botonadura de una prenda o la
cerradura de una puerta; escribir con soltura, atarse los zapatos, subir y
bajar escaleras sin temor a tropezarse; un sinfín de quehaceres diarios por
citar algunos.
Ahora
todo se hacía añicos, un verdadero drama, un porrazo que hizo noche negra sin
luna, toda la riqueza de la vida se convirtió en inmensidad oscura, casi todo
se había evaporado para él, excepto el recuerdo, la memoria; guardaría el rojo
de una rosa, los reflejos de un puente sobre el agua, los arreboles del
atardecer, el cielo cuajado de estrellas...; lo sustituiría por el olfato, el
gusto, el tacto, la intuición desarrollándolos al máximo, con la ayuda de los
suyos tan familiarizados con los anteriores sentidos que sin duda otorgan otra
dimensión a la existencia.
De
nada sirvió el rosario de médicos a los que visitaron para remediar la
situación del chico; lo realmente bueno es que la familia salió fortalecida en
esta andadura a tientas.
Ellos,
como tantos otros seres son invidentes, pero no ciegos, ven, perciben de otro
modo.
Es
mejor o peor no ver lo que tienes delante o que tu propia ceguera alimentada
por la ignorancia, la soberbia, las miras cortas o cualquier otro defecto que
te impida ver con nitidez lo mismo que tiene enfrente aquel que carece de
vista, en cualquier caso, pienso que hay distintas clases de ceguera.
Mira
con otros ojos, los del corazón pongo por caso y quizá veas el mundo de forma
distinta, que la contemplación de una hoja no entorpezca la vista de una
arboleda.
¿Por
qué no?
GREGORIO GIGORRO Boceto para invitación de Zalamero En Aranjuez a 28 de noviembre de 2021 |