Un descuido, hizo que la colilla se convirtiera en una tea gigantesca,
en un respiro el pinar frondoso, fue pasto de las llamas,
miles de seres vivos quedaron reducidos a cenizas.
El crujido de su pisada,
dejó al caracol reducido a una pasta pringosa;
subió al coche, comenzó a llover,
la luna se convirtió en una nube de goterones, dificultando la visibilidad,
pero siguió conduciendo, enseguida lució otra vez el sol,
ahora tenía delante la carretera nítida y recta.
Por la radio daban cuenta del último atentado ocurrido, con pelos y señales.
Ah, menos mal que no ha ocurrido aquí y se quedó tan pancho.
Lo que no nos pasa, no existe,
vivimos en una burbuja, un desastre sucede a otro, aún más gordo,
sin poner coto a tanta barbarie;
miramos con demasiada frecuencia nuestro dedo, en lugar de ver las estrellas.
Así nos va, de pena, penita, pena.
GREGORIO GIGORRO "El gato y el caracol" Abanico, 2017 |
En Aranjuez, a 12 de junio de 2017