lunes, 6 de enero de 2014

Savoir faire


Ella sonreía segura de sí misma, dejando entrever una dentadura blanca, blanquísima que podría servir para un anuncio de dentífrico, los focos la iluminaban, y los flashes de las fotos no le iban a la zaga, con multitud de miradas para admirar a la rutilante estrella del firmamento cinematográfico. Embutida en un traje palabra de honor repleto de pájaros exóticos negros sobre fondo blanco, con una silueta de envidia, un tono de piel color miel y su cabello recogido en un moño italiano, captaba toda la expectación del personal, expectante ante tal derroche de "glamour".
Pisaba firme sobre la alfombra naranja ribeteada a ambos lados por una interminable guirnalda verde esmeralda, pensaba que había que derramar mucha sangre para llegar a ser lo que uno se proponía como para que, encima tuviera que recorrerla a pie sobre el rojo pasión; por lo que no paró hasta conseguir que se cambiara el susodicho color, le resultaban mucho más agradables esos tonos que le hablaban del mediterráneo, de las huertas que florecían a su vera cada primavera, cuando sus padres de pequeña junto con sus otros hermanos les llevaban de excursión hasta el mar.
Lejos quedaban los vibrantes ojos cuando se sumergía en las revistas, donde la gente más guapa, rica y famosa plagaba las páginas de esas publicaciones; lejos se encontraban los recuerdos de aquellas noches con la ventana abierta de la peluquería de su madre y con el cielo sembrado de estrellas se decía sin parar: "Yo seré una de ellas"; y lejos de mermar sus ilusiones, su madre se las aupaba, animándola y llevándola a todos los castings para hacer tablas; todo era poco para la niña de sus ojos.
Diana Flores, estaba donde se merecía, era lo que se propuso ser, sin escatimar esfuerzos, trabajando hasta la obsesión, fría, eligiendo lo más conveniente, pesara a quien pesara. Por el camino, lleno de piedras, había dejado atrás un sinfín de zancadillas, de dimes y diretes, de aplausos y sombras tras las candilejas después de cada película; pero todo eso no la desviaba de sus sueños, cuando su tierra se quedó pequeña, no vaciló en embarcarse en la aventura de encontrar mejores oportunidades al otro lado del mar y empezar de nuevo, aprendiendo casi todo, no le importaba perder lo ganado pues lo acrecentaría, siempre se encuentra un cómplice con quien compartir tus anhelos.
Ahora había llegado a la meta, la película de afuera, se continuaba en el interior del palacio de festivales, abarrotado de gente; era el momento del reconocimiento mundial a su trabajo, Diana había dado en el blanco y ella lo sabía, sólo era cuestión de saber esperar y esperó.



GREGORIO GIGORRO
"Pepi drink's a toast for eveyone"
Acrylic on cardboard
Signed and dated in 2013
Dimensions: 60 x 40 cm



En Aranjuez, 6 enero de 2014.

viernes, 3 de enero de 2014

La bola de cristal- segunda parte.


Se puso a dar vueltas por el pequeño apartamento, pensando: "Una semana y estaré de nuevo en Nueva York", su ciudad preferida. Como si se tratara de una mudanza, empezó frenéticamente a sacar prendas y más prendas del armario atestado de ropa, eligiendo a toda prisa, esta sí, esta no; el atuendo tendría que ser invernal, la ciudad de los rascacielos en esa época del año era un heladero, donde los vientos gélidos daban paso a imponentes nevadas.
De pronto, volcó la maleta, a todo esto ya la había llenado con creces y se dijo: "¡Qué tontería"!, habrá rebajas después de las navidades, me lo compraré todo allí, excepto la ropa de dormir y los mejunjes para estar guapa; lo mejor, es ir a la peluquería, me haré hacer unas cuantas sesiones de masajes y un corte de pelo más juvenil, ¡hay que causar buena impresión!. Así después de haber recibido unos relajantes toqueteos en un centro de belleza, llegó al día señalado con una piel más luminosa y una figura estupenda, se enfundó unos tejanos, un jersey rojo bermellón de cuello alto, un abrigo de ante y unas botas y se fue a despedirse al cuarto de baño, la imagen que reflejaba no era la de una mujer pasados los cuarenta, sino la de una chica morena de piel, de grandes ojos negros enmarcados por unas cejas firmes, unas pestañas de cine y  una boca carnosa que sonreía levemente. Cerró la puerta, sin despedirse de nadie, solamente, días antes fue a darse un garbeo por el Museo del Prado, su pinacoteca preferida.
En una mañana luminosa, partió radiante, loca por escribir y vivir de ello; eligió ventanilla, le fascinaba ver esas interminables llanuras de algodón que le recordaban a aquellos dulces que se vendían en las ferias cuando era pequeña, poco a poco iba desgranando recuerdos, vivencias de aquel viaje con él, inolvidable a pesar del tiempo y tiempo tenía para esa tarea, pero todo llega, aterrizó en el Aeropuerto de la Guardia y tomó un taxi hasta la Quinta Avenida con la calle cuarenta y dos, lugar de la entrevista, amenizado  por la charla dicharachera del conductor que por cierto era colombiano.
Descendió del vehículo y aspiró el aire  frio y el frenesí de la gran manzana, se encontraba frente a un gran edificio con portero uniformado en la puerta, le saludó, "Adonde va señorita", -A la vigésima planta-,  le respondió; se sonrieron. El vestíbulo aparecía aún adornado con un majestuoso árbol de navidad, tomó un ascensor y en un  pispas  llegó a su destino, -Buenos días, soy Violeta y Olé, me esperan-le dijo a la recepcionista. Ésta telefoneó y después le dijo en perfecto español: "Acompáñeme, por favor". Después de recorrer un pasillo, atravesar una sala enorme llena de  personas  trabajando en sus mesas junto a otras que iban y venían portando carpetas y publicaciones, con un murmullo de  conversaciones en inglés y en español, desembocaron en una sala cuadrada decorada con cuadros de colores alegres y  una kentia enorme situada frente a un ventanal, entre dos sillas escuetas se enmarcaba la única puerta donde se leía: Director. Su acompañante le dijo después de llamar pase por favor y se despidió, le devolvió una  mirada agradecida y abrió con firme decisión.
Se quedó boquiabierta, no pudo articular palabra, Violeta no daba crédito a quien veían sus ojos. To be continued...

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Pepi and the butterflies"
Acrylic on canvas
Signed and dated in 2013
150 x 50 cm




Aranjuez a 3 de enero de 2014


martes, 24 de diciembre de 2013

Felicitaciones


Como siempre,  él se ha levantado temprano, cuando las calles desoladas rezuman humedad y soledad, se ha dirigido al jardín, despoblado de ruidos humanos; sus pisadas sonoras sobre la hojarasca son el único sonido, salvo una bandada de pájaros, nadie le acompaña. Los árboles en esta época despojados de su frondosa vestimenta se recortan majestuosos, y en el horizonte, repleto de nubes de arrebatados amarillos entre los azules, el sol anuncia su inminente llegada, así nace un nuevo día.
Como siempre, él se dice que hay que continuar, que hay que seguir paseando por sus sueños, no importa lo que cuesten; a veces el peor enemigo y el gran desconocido es uno mismo, no quiere poner más tapias y más altas para impedir su salto.
Pero hoy no es un día cualquiera, no, pues es 24 de diciembre y rememoramos la llegada del niño Dios, es el día de la familia, de los amigos, de las cenas... No importa el estado en que se encuentren, que en demasiados casos está hecha jirones, porque hay millones de hogares en un estado digamos poco deseable o envidiable, de todas maneras también existen miles y miles de seres humanos esparcidos por la tierra, ávidos de compartir y de ayudar al que lo necesite.
Como siempre, de todo corazón, deseo que haya paz y felicidad a todos los hombres de buena voluntad, todos y cada uno de los días del año.
Recuerda que hoy es el día que tienes para vivir, mañana está aún lejano.
Gregorio Gigorro

Aranjuez a 24 de diciembre de 2013

domingo, 8 de diciembre de 2013

Según se mire


Mientras el sol amable de aquel otoño cálido le daba en la cara, seguía sentado en la tierra frente a la gran ciudad desparramada ante sus ojos. Los perfiles de los altos edificios sobresalían por encima de las cúpulas, las torres de las iglesias, el enorme y clásico palacio real, resultando un conjunto variopinto, moderno y viejo, una superposición del tiempo petrificado, salpicado de vez en cuando por el verdor de los jardines aprisionados por las construcciones, todo ello bajo un cielo azul intenso ausente de nubes.
Él observaba el ir y venir de un montón de criaturas que ajenas se afanaban en sus quehaceres; una miga de su bocadillo se desprendió y un hormiga no tardó ni un segundo en darse cuenta, arrastrándola con esfuerzo hasta desaparecer por la pendiente.

Ellos no nos ven, puede que por desgracia perciban un fatal golpe seco sobre sus vidas, por nosotros mismamente, porque no nos molestamos en mirar hacia abajo; por ejemplo cuando un bosque se quema, no sólo desaparecen árboles y plantas, también miles y miles de seres vivos son pasto de las llamas.
Desde esta distancia no se escuchaba afortunadamente el ruido de los coches, desde este jardín tienes que pensar en el metro atestado de gentes a esas horas llenas de prisa, sin mirarse, yendo como autómatas de un lado para otro.
Pero si subes a un edificio muy alto y miras hacia abajo les ves como hormiguitas diminutas e indefensas sorteando los cochecitos; si te asomas a la azotea de dicha construcción, ves el inmenso cielo sobre ti, y piensas desde allí quien nos ve, nos observa o nos dirige a su antojo; como si este mundo fuese una bola de cristal que se puede colocar boca arriba o hacia abajo.
Cuando un niño llora en su cuna, el padre corre a socorrerle, no deja de llorar quizá al ver de repente esa cara grande que parece amenazarle con su presencia, sin embargo su voz cariñosa, sus caricias, con toda probabilidad le harán dormirse plácidamente, pues le harán sentirse protegido y seguro.
Pero, ¿qué recordamos de todo esto, que tanto influyó en nuestra vida posterior?
¿Qué vemos, del que está sentado frente a nosotros si no paramos de mirarnos nuestro ombligo solamente?, ella o él tiene lo mismo que nosotros a grandes rasgos, somos más iguales que diferentes. Todo resulta ser según el punto de vista con que se mira, todo es según nos parece, como venía a decir Pirandello.
GREGORIO GIGORRO
"Happiness of living"
Oil on canvas
Signed and dated in 2013
Dimensions: 89 x 130 cm



En Aranjuez a 8 de diciembre de 2013

martes, 26 de noviembre de 2013

Unas letras para ti


¿Recuerdas la primera vez que fuimos a Miami?, con que cuidado preparamos el equipaje, qué nervios, metimos de todo, de todo; pero no, habiendo transcurrido tanto tiempo y con lo que ha llovido desde entonces y ha sido mucho, se nos olvidó incluir en nuestra maleta, la experiencia; claro, no pudimos, pues éramos mucho más jóvenes y carecíamos de ella. Después de seguir cada día, codo con codo, de aguantar vendavales, de cruzar desiertos  soportando idioteces banales; no hemos cejado en lo nuestro. Es imprescindible saber lo que quieres para luchar por ello, entrenándose y empeñándose hasta la obsesión. Ahora el equipaje lo haremos pronto, con lo puesto y lo que falte lo compraremos allí.
A lo largo de este tiempo, nos hemos equivocado muchas veces, otras hemos acertado, pero siempre nos hemos ilusionado con cualquier nuevo proyecto, pues era una aventura. Aunque haya habido momentos difíciles, en los que hemos decaído creyendo que todo se cerraba a nuestro alrededor;  pero si te paras y tienes calma a buen seguro que encuentras una solución, una puerta abierta ante ti, y es que para las personas con coraje sólo hay puertas abiertas, cuando una se cierra, otra se abre; hay que seguir firme, no distraerse del camino que uno se ha marcado, siendo siempre fiel a si mismo.
Parece que ya me encuentro nuevamente en la ciudad mimada por el sol, donde las palmeras se despeinan bajo la brisa marina, donde la humedad intensa del ambiente dota a todas las plantas de un brillo y un verdor exultantes; la luz clara la ilumina permanentemente y la mezcla entre lo anglosajón y lo latino concretamente lo cubano la impregnan de una aire amable y cosmopolita a la vez.
Vayas donde vayas y estés donde estés siempre hay un sitio para ti, sólo tienes que conquistarlo, las cosas suceden cuando tienen que ser, sólo tienes que poseer la entereza para saber esperar  independientemente del sesgo que tomen las circunstancias personales.
Y ahora toca ir a una fiesta, donde podremos conocer otras tendencias, otros compañeros y un montón de sensibilidades, de colores, de mundos distintos... ¡Y hay tantos por descubrir!, en fin tengo que acabar porque he de hacer la maleta, hasta pronto.
GREGORIO GIGORRO

miércoles, 20 de noviembre de 2013

El encuentro diario



Como todos los días, él celebraba la vida como el más hermoso regalo, se levantaba muy temprano, el sol seguía acostado; prefería esperarle sentado en un banco, viendo pasar a los demás, observando sus movimientos, sus caras, sus andares... Cualquier esquina, plaza o edificio, hasta el más escondido rincón de un jardín, no importaba lo que fuese, se convertía en objetivo de sus ojos, que examinaban, analizaban y diseccionaban todo lo que le ofrecía la ciudad para ser disfrutado, sin olvidarse nunca de llevar sus bártulos; en cualquier lugar podía saltar la liebre y no quería que se le escapara.
Como cada día, anhelaba que llegara cada tarde, como todas las tardes en las que se encontraba con ella, sí solo y solamente con ella y con sus ojos.
Como siempre, salía con el tiempo pegado a sus talones, para llegar a la hora señalada, le encantaba ir corriendo aunque el estudio no quedaba precisamente a tiro de piedra del trabajo de ella, en el barrio financiero de la ciudad; pero él no se paraba en mientes y corría sin parar en pantalón corto sin tener en cuenta la estación del año; para él siempre era primavera. Sorteaba con agilidad el ruido ensordecedor de los endiablados coches, los semáforos que le obligaban a pararse en rojo y los numerosos viandantes que a veces abarrotaban las calles, éstas con sus edificios decimonónicos acompañados de otros con menos solera, las iglesias, las acacias alineadas sobre las aceras; el paisaje urbano iba mudándose por otros inmuebles mucho más altos, más modernos y más sosos, a medida que se acercaba a su meta, lo único que continuaba igual era el tráfico.
-Corre, corre, tú puedes- se decía; pensaba que la pintura y un corredor de fondo se parecían en eso: entrenarse sin prisa pero sin pausa para conseguir sus deseos sin importar el tiempo invertido.
Hasta que por fin, la vió enfrente, al otro lado de la avenida; el  semáforo seguía en verde, pero justo cuando estaba a punto de cruzar, ella le gritó alzando las manos, de pronto un cochazo con prisa se saltó el semáforo; sin duda tenía la misma premura que él por llegar a su destino. Él se quedó lívido, pálido, chorreando de sudor y al poco felizmente quedó entre sus brazos apretándole sin parar, alejando poco a poco el susto y dejándose acariciar por sus ojos y todo su ser.
Como siempre, en demasiadas ocasiones en la ciudad, aquel encuentro podía haberse malogrado y todo porque un conductor no quiso o no supo pararse a tiempo.
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Una pareja particular"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2013
Medidas: 49 x 35 cm



Aranjuez a 20 de noviembre de 2013

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Pobre infante don Pedro


Detrás quedaba el luminoso claustro, a un costado de éste se encontraba la capilla de Santa Catalina, de soberbia factura gótica, bajo la rotunda bóveda de crucería se exponían un rosario de piezas religiosas de buena orfebrería; su mirada fue tranquilamente recorriendo la sala, hasta que se acercó a  un sepulcro pequeño, situado en el centro de la misma, era un niño ataviado como un caballero, con su trajecito, sosteniendo la espada con ambas manos, aislado del resto del mundo por una recia reja que daba fe del nombre  y estirpe del yacente durmiendo el sueño eterno.
 
Pobre Infante don Pedro, pensaba él, viendo la sepultura de frío mármol aunque policromado; no dejaba de inspirarle una sincera ternura, una inmensa soledad. El personaje en cuestión, fue hijo natural del rey Enrique II de Trastámara, reconocido por éste como su retoño al igual que sus demás vástagos. Murió accidentalmente a muy temprana edad, dejando repentinamente una vida llena de privilegios por un fatal destino.
 
Un día soleado en la sala de los reyes del Alcázar de Segovia junto a otras personas de la corte, su  aya lo sostenía en los brazos; quizá al asomarse ésta desde  uno de los balcones, para disfrutar de algún desfile militar probablemente, ella se distrajera, mirando el espectáculo; absorta ante la gallardía de algún soldado conocido por la sirvienta, el caso es que de golpe y porrazo el niño se le fue de los brazos cayendo al enorme precipicio sobre el que se asienta el edificio,  muriendo inevitablemente, fue una tremenda sacudida para todos los presentes.
 
El aya que tanto mimo había prodigado al niño, que no había escatimado ni  tiempo ni cariño para ello, vió que su vida se iba al traste, ¿qué se le pasaría en un segundo por su cabeza?, sin duda el castigo sería ejemplar; no le quedó otra salida que la del infante.
 
Se marchó, pero sus lamentos a buen seguro que llenaron todos los rincones del Alcázar en busca de consuelo; de igual manera que rebosaron de júbilo cuando se celebraron fiestas o tuvieron lugar intrigas cortesanas o pavorosos incendios.
 
Las piedras siguen en pie, las puedes tocar, pero el alma que albergan estos lugares tan añejos, tan vividos solo se pueden llegar a acariciar con la imaginación.
 
A veces la vida sin avisar, te estrecha el camino, hasta el punto de nuestra nodriza: huyó para no volver, igual que los personajes de la película Thelma y Louise, en la cual la historia se enreda de tal manera que lo único que les queda a las protagonistas es lanzarse al  precipicio.
 
Después de todo, la vida es esa obra que interpreta cada cual  y que hagas lo que hagas siempre termina mal, por lo que no merece la pena, tomársela en serio.
 
 

GREGORIO GIGORRO
"Boceto para un sueño"
Óleo sobre lienzo
Firmado  y  fechado en 2013
Medidas: 54 x 81 cm



En Aranjuez a 6 de noviembre de 2013