sábado, 30 de mayo de 2015

Un lugar para perderse


"Templo de la verdad, es el que miras,
no desoigas la voz del que te advierte,
que todo es ilusión, menos la muerte".
Año 1922

Ésta es la cartela que reza sobre la entrada a un cementerio, a las afueras de Colmenar de Oreja, aunque hay otro más grande, éste que nos ocupa, se encuentra en el extremo de un pinar que se asoma al valle zigzagueante hasta encontrarse con la vega del Tajo, a lo lejos,  y muy cerca de la ermita del Cristo, construcción barroca, sencilla y elegante que custodia la imagen del Santo.
 
Desde allí se disfruta del silencio y del caserío armonioso arremolinado bajo la mole de la hermosa iglesia, de factura renaciente al interior pero de aspecto fortificado al exterior. Pasear por la antigua Apis Aureliae es una delicia, sus calles están pobladas de casas sobrias y repletas de balcones, son un encanto.
 
Que decir de la plaza porticada, bien conservada, asomándose a los huertos con su fuente y sus pilares, representa una imagen castellana con tintes románticos o el convento también barroco, el teatro, o los hornos que abastecían de tinajas a medio país ahora maltrechos; todo ello rodeado de un vasto campo sembrado literalmente de cereales y vides que cada año sirven para elaborar buenos vinos. Sin olvidar un Museo interesantísimo dedicado al pintor Ulpiano Checa, oriundo del lugar y las canteras donde se extraía la famosa piedra de Colmenar, una caliza blanca que ha servido desde tiempo inmemorial para la construcción de soberbios edificios; todo bajo un cielo limpio e inmenso.
 
Pero como el hambre aprieta nos dirigimos a un restaurante, Casa Bolsitas, aunque no es el único por supuesto, donde saboreamos la pepitoria con albóndigas y huevo incluido que te quita el sentio, el trato recibido te hace sentirte como en casa.
 
Otro paseo para bajar la comida y seguir haciendo acopio de la tranquilidad que no es poca a media hora del corazón de Madrid.
 
Un lugar para perderse, aunque lo realmente importante sea encontrarse estés donde estés.
 
Colmenar de Oreja (Madrid)




En Aranjuez a 30 de mayo de 2015 en la festividad de San Fernando Rey.
 

jueves, 28 de mayo de 2015

Me da en la nariz


Los pimientos rabiosamente frescos,
cuando los pico para la ensalada.
 
El aroma de las fresas y ese sabor
agridulce que te entona las mejillas,
como si hubieras roto un plato.
 
Las lechugas me dan ese olor,
a tierra mojada que tenían cuando era niño,
es impagable volver a la infancia en un pis pas,
dichos vegetales tienen que ser de verdad,
no de plástico.
 
Al pasar la mano suavemente por encima de la lavanda
o el romero, recuerdo cuando enseñaba a distinguir
una fragancia de otra a mis hijos.
 
Todo es de color, pero también, todo debe
tener su propio olor y sabor.
 
Todas las petunias huelen pero hay rosas que no,
peor para ellas porque se marchitan sin disfrutar de ninguna caricia.
 
Yo desde luego, prefiero las que destilan
ese suave perfume lo mismo que el del nardo,
cuando te entoldas ese vestido sedoso,
un jardín desparramado sobre tu cuerpo.
 
¡Qué bien te sienta!, tanto que me hace  volver la cabeza,
como decía la canción de Edith Piaf; por cierto,
una mujer con mucho sabor.
 
 
Pilar Cuns
Fotos de mi cámara
"El campo de Colmenar"
Pilar Cuns
Domingo 19 de marzo de 2015, de vuelta a casa.
 
 

domingo, 24 de mayo de 2015

El color de la vida



 
Rojo, como la fuente de barro repleta de tomates recién cortados de la mata del cercano huerto.
 
Rojo, como los geranios reventones dentro de sus macetas.
 
Rojo, como el clavel oloroso, colocado en la solapa del traje o coronando el moño de aquella gitana arropada por un enjambre de flores en la calle.
 
Como el mantón de manila, rojo sobre fondo negro, una ristra de color desplegada sobre un balcón cualquiera.
 
Rojo, como la sangre del toro derramada sobre el albero en aquella tarde taurina.
 
Rojo, como los ojos conmovidos escuchando una música sublime.
 
Rojo, como tus labios que al besarlos tiñen los míos también del mismo color.
 
Rojo, como los esplendidos atardeceres escoltados por los últimos arreboles del ocaso.
 
¡Rojo, rojo, rojo!
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO




En Aranjuez a 25  de mayo de 2015
 
 

miércoles, 20 de mayo de 2015

A fondo



Corre, corre caballito, le decía la mirada del muchacho a su equino, éste con la suya parecía asentir; se habían preparado concienzudamente para la gran carrera, todos los días se entrenaban, poco importaba estar cansado o desanimado, que hiciese calor o frio.
 
El caballo y el jinete realizaban escrupulosamente el ritual diario paso a paso; enjaezaba al animal, se embutían su uniforme desde las botas a la gorra, siempre imaginándose que ya había llegado el día señalado.
 
Viene que ni pintado el término francés "repétítion", ensayo en nuestro idioma, repetir una y otra vez hasta la saciedad para conseguir lo deseado.
 
El abuelo, sentado al sol no perdía ningún detalle de la escena, mientras golpeaba suavemente el bastón sobre las losas de piedra, le resonaba el sonido de las herraduras relucientes camino de las caballerizas. Se veía como un mozo atento a las indicaciones de su padre, un consumado jinete antaño; había librado multitud de competiciones, resultando ganador en unas, perdedor en otras, dependiendo, claro está, de los escollos que tuvo que sortear.
 
Los ojos decrépitos del abuelo hacían rememorar aquella frase de Jean Cocteau, "Yo tenía veinte años y de repente tengo ochenta", sin dejar de observar a su querido nieto.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Abanico"
Acrílico y tinta sobre madera
Firmado y fechado en 2015

 

domingo, 17 de mayo de 2015

Ausencia



Enciéndeme las noches de mis días, oscuros y desangelados desde que te marchaste.
 
Que vago de un lugar a otro sin sentido.
 
Enséñame a encontrar un rumbo firme, felices juntos y para siempre.
 
Enciéndeme la luz de cada mañana para que brille el sol y todo vuelva a ser mágico entre los dos.
 
Esté donde esté todo me sabe a ti en un mundo en el que nada tiene ya sabor para mi.
 
Yo sigo siempre esperando sentada en el quicio de la puerta de par en par, hasta que regreses a mi.




GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Fragmento de Esbozo de un sueño"
Acrílico sobre lienzo
Firmado y fechado en 2015
Medidas: 65 x 81 cm




En Aranjuez a 18 de mayo de 2015

jueves, 14 de mayo de 2015

Lights! Camera! Action!



The sound of heels on the living-room hardwood, papers fluttering onto the floor, gathered in a rush, clothes strewn over the bed, suitcase bursting with clothes and papers and other personal belongings.

The sound of boots in the kitchen, the smell of fresh coffee under the yellowish glow of a lightbulb, doors being shut, cupboards being opened, the sound of cups on the table.

Once last glance at the apartment, the plants, the pictures on the wall, the many items that have been part of their life, making it particularly meaningful; the door bangs shut, the sound of keys can be heard, the phone rings insistently, raucously, but nobody takes the call.

They cautiously open the lift and, out on the street, a cab waits in that cold April night; it sets off, against a monotonous sound of wipers, and they bear straight along the avenue littered with sleepy lamps, towards the airport.

Shortly afterwards, a black car screeches to a halt in front of the house and four men in raincoats and hats rush out and upstairs; soon, all the lights in the abandoned house are on, and the din of furniture being overturned and objects being shattered can be heard; nothing is spared.

About take off, they both look at each other, oozing nostalgia. They’re on a flight to hope.

 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Qué tarde la de aquel día"
Acrylic and ink on canvas
Signed and dated in 2015
Dimensions: 54 x 81 cm




Aranjuez, 15 mayo 2015

sábado, 9 de mayo de 2015

Recuerdos



Siempre se le hacía un nudo en la garganta al recordar aquello que le decía: "Hijo, si tienes que hacer algo que no te gusta, hazlo bien y pronto, porque sino tendrás que repetirlo; después podrás dedicarte a lo que te guste".
 
¡Cuánto aprendí con Andrés!,  pasaba mucho tiempo con nosotros, para mi era alguien bueno y entrañable, con él crecí al calor de sus consejos, de su humor, de su honradez, junto a Antonia, su mujer, a la que siempre tengo reservado un lugar preferente en mi cabeza, eran una pareja de otra época. Es curioso, pero el tiempo real transcurrido no ha sido tanto, aunque creo que el cambio acaecido entre nosotros es inmenso, a veces para mejor, otras para peor y algunas, lo dejamos en tablas. Pero el consejo que me dio Andrés, si perdura y ahora se lo transmito a  mis hijos.
 
Muchos conocimientos pasaban de generación en generación al calor de la lumbre, era un hecho cotidiano.
 
El otro día me contaron un chiste, en un bar había un letrero en el que rezaba: "No hay wifi, así que señores hablen entre ustedes". Patético; seguro que hay un camino intermedio pero quizá con tantas luces, fogonazos y estruendos huecos no atinamos a encontrarlo, sin duda haberlo lo hay seguro.
 
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Andrés"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 1981
Medidas: 28 x 23 cm




En Aranjuez a 10 de mayo de 2015