Ella, como el resto de los niños, esperaba su turno en la sala de espera y como los demás, se hallaba acompañada de sus padres, de ojos cansados y resignados a esperar la esperanza de los labios del facultativo de turno.
Los niños de ojos tristes y pelo ralo aunque en algunos casos, con ausencia total de cabello, se entretenían mientras tanto mirando al televisor y en otros, jugando con los juguetes desperdigados por el suelo.
En medio de todo ello, Azucena, correteaba por allí, riéndose sin parar de hablar atropelladamente, cuando lo hacia se ponía a hojear los cuentos que había traído, que siempre trataban sobre historias de princesas, porque ella, era una muy particular y según decía, vivía en un palacio encantado, muy, muy bonito.
De pronto uno de los padres que la observaba sin perder ripio, le dijo: "Así que eres una princesa", -Si, le respondió-, con su boquita de fresa, sus chispeantes ojillos azules, rodeados de una melena llena de bucles; -¿Y cómo es tu palacio?- -Pues es muy grande, lleno de habitaciones y escaleras, muchas escaleras- ¿Y dónde está?, le dijo, y ella contestó: "Pues donde yo quiero, donde yo estoy".
Así pues sigue así princesita, le respondió.
El padre siguió esperando su turno, después de que la enfermera llamara a Azucena García , su madre la cogió de la mano y las dos se marcharon lanzándole una tierna sonrisa como despedida.
GREGORIO GIGORRO "La muñeca y el caballo" Acrílico sobre cartón Firmado y fechado en 2013 Medidas: 35 x 50 cm En Aranjuez a 30 de enero de 2014 |
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