Redonda era la plaza, como la tarde, como el sol, como el público entregado y jovial.
Bajaban la calle, llenos de fiesta porque iban precisamente a ello; de sopetón se encontraron con el olor de los caballos, el garbo del rejoneador a lomos de un bonito corcel, los corrillos en torno al coso, las mulillas enjaezadas...
El pasodoble inicial les envolvió, el olor a puro y a albero recién regado les excitaba el olfato y los grupos de personas engalanadas a la moda del XVIII, les decían donde estaban: en la corrida goyesca de la plaza de toros de Aranjuez, con doscientos años de existencia, nada menos.
La destreza de Sergio Galán, les emocionó tanto como el temple, la elegancia, de Alberto López Simón derrochando juventud y buen hacer a raudales, sin olvidar al público que le arropaban con su entrega total. Todo fue un espectáculo memorable, un verdadero despliegue sensorial y sensacional de la vida y la muerte a un paso, como la auténtica existencia tan apasionante como inestable.
Una faena enteramente redonda. Ellos, decidieron bien temprano que aquel día fuese así, como la plaza donde se encontraban; se lo propusieron sin decirse ni mu y lo consiguieron.
¡Qué bien dejarse llevar, jugar por jugar, vivir por vivir, sin más!
En Aranjuez a 10 de septiembre de 2015 |
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