Dormías de pie porque naciste de esta manera, estabas guardada en el desván, escondida, olvidada; pero a veces el orden pone las cosas en su sitio, por eso te encontré, de pronto rememoré aquella luminosa mañana de junio.
Tú, subida en el pedestal, flanqueada por los surtidores ruidosos, tirada por leones y arropada por angelotes desnudos y juguetones.
Tú, que simbolizas la madre tierra, estás casada con el agua para fertilizarla.
Tú, que nunca se te conoció marido te colocaron a un compañero, Neptuno, para paliar acaso la soledad, o tal vez para equilibrar armónicamente el salón diocechesco del Prado; de cualquier manera para mi eres la novia de todos en cada estación del año.
Tú, por la que no pasa día, siempre impoluta, elegante y vigilante de la vida que te rodea, te sigo encontrando como aquella mañana de 1994, en la que Madrid tenía el guapo subido sobre todo en esa plaza que lleva tu nombre y a mi me sonreía la vida.
En Aranjuez a 23 de octubre de 2016
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