Al final sobra todo y falta calma.
Calma para levantarse después de cualquier naufragio por pequeño que sea.
Calma para agacharse hasta donde sea necesario para llegar al otro.
Calma para disfrutar con cualquier cosa sin poner peros ni pedir peras a un olmo.
La calma mecía las olas perezosas que llegaban al borde de la tierra,
tus pies dejaban su huella en la orilla,
el niño paseaba de la mano con su padre,
ellos parecían mirar hacia lo mismo con distintos ojos;
ella adormecida dejaba que el sol la mimara,
abandonada al silencio monótono y sugestivo del mar,
las palmeras se cimbreaban como juncos enormes,
los niños juguetones parecían absortos trasteando en sus castillos efímeros,
olvidándose de gritar.
Todo era calma, que adormece, que te hace abandonarte a la somnolencia cálida y dulce,
vecina de la paz, donde reina la luz, donde desaparecen los agobios, las prisas
y el tiempo es eterno.
GREGORIO GIGORRO "Calma" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 2016 38 x 46 cm En Aranjuez a 1 de noviembre de 2016 |
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