Como un sonámbulo abría la ventana de la habitación, veía con consternación al enorme manzano, allí seguía cargado de fruta, después se encaminaba a ver a su hijito, tendido en la cama dormido, rodeado de guirnaldas de flores congeladas junto a él; siempre sería niño, sin crecer ni menguar.
"Ten cuidado al subirte al árbol hijo, es muy alto para ti, y te puedes caer". Y se cayó, al intentar agarrar a una mariposa sentada sobre una manzana.
Victoria, Paloma y Esperanza cuidaban con celo de su padre aunque éste ya estaba en su mundo. No desfallecieron hasta el nacimiento de Pedrito aún a sabiendas de poner en peligro la salud de Rosa su mujer, quien a esas alturas era una sombra de aquella chica que conoció en casa de unos amigos, fue languideciendo poco a poco hasta secarse del todo.
Desprovisto de su compañera, sintió el desagarro de la que creía era la razón de su existencia; se equivocó, pues el niño parecía colmarle la vida, quizá intentó suplir la muerte de la madre aferrándose al pequeño.
De pronto, el aire se había vuelto denso, olía a podrido; el motor se había parado, sonaba el zumbido de un moscardón incesantemente, taladrando sin descanso su cerebro, subiendo el volumen de una forma escandalosa, a punto de estallar de desesperación.
Abrió de golpe los ojos, el sol se colaba a rayas a través de la persiana; el olor a café llega hasta la nariz, siente cantar al pajarillo, se toca la frente sudorosa y respira hondo incorporándose a coger la bata.
Un frutero lleno de manzanas verdes, tostadas calientes, el humeante café y la sonrisa de Rosa le esperaban.
¡Qué alivio!
GREGORIO GIGORRO "Cádiz" ´Tinta y acrílico sobre tabla entelada Firmado margen inferior izquierdo y fechado en 2017 Medidas: 24 x 19 cm En Aranjuez a 15 de enero de 2017 |
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