Aquel
inesperado fuego reavivó los rescoldos de lo que allí había vivido, de pronto
sin avisar, afloraron a su memoria aquellas jornadas interminables, rodeado de
un grupo de personas que más parecían hormigas al mando de unos cuantos
zánganos, que no cejaban en el intento ni por asomo de que parasen la cadena de
producción. Vigilados por el ojo que todo lo ve para velar para que nadie se
saliera del tiesto.
También
salieron a la luz aquellos inmensos pasillos atestados de un sinfín de
productos para consumir, las luces ámbar en lo alto, los montacargas, las
carretillas mecánicas conducidas con brío a través de las calles de aquel
armatoste, además el trato denigrante ponía la guinda, todo ello recorrido por
un frio que impregnaba todo aquel espacio desangelado, sin olvidar las
conversaciones vacuas con sus compañeros durante el descanso diario, la noches frías
de aquel invierno mientras a la salida les registraban sus mochilas por si se
daba el caso de llevarse algo que no era suyo.
En fin un dechado de vivencias que sin embargo le había hecho crecer porque había
sentido la desesperanza, la amargura, la solidaridad, el corazón... de otros
seres humanos igual que él, compañeros de aquel momento.
No
dejaba de ver entre tanto la inmensa columna negra elevándose al cielo,
desparramando sus cenizas por campos lejanos arrastrados por el viento. La
noche se cerró y el cielo rompió aguas inundándolo todo.
Al
otro día desde la ventana la vega seguía descansando a sus pies, en el
horizonte todavía se vislumbraba una delgada columna de humo, el sol volvía a
lucir aquella mañana de primavera.
GREGORIO GIGORRO "Cachito de cielo" Óleo sobre lienzo Firmado y fechado en 2008 Medidas: 90 x 90 cm En Aranjuez a 19 de abril de 2021 |
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