Había cumplido su sueño: rezar el día de Santa Clara en el Vaticano, después de atravesar la majestuosa entrada, donde a ambos lados se encuentran situadas dos esculturas Berninescas de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, tuvo que escuchar con estupor la pregunta del vigilante, "¿Viene a rezar?, pues claro respondió; escuchaba los disparos de las cámaras fotográficas como si de un circo se tratara: rezar en la capital del catolicismo".
La noche anterior se habían enfadado, quizá pensó que la solución era ir hasta la Plaza de San Pedro. A la misma hora él desde la Placeta de Villa Medici sabía donde estaba ella, tuvo un intento de darle una sorpresa, presentándose en la Basílica, seguro que se habría sorprendido, pero se entregó al disfrute solitario de esa ciudad a la que adoraba.
Ahora ella pensaba, me he enfadado, perdiendo un día para estar juntos, quizá el último.
Mientras que la aeronave descendía en picado, pegado a la ventanilla él pensaba, qué ridículo, no me he despedido de mis hijos, de nada, todo está prendido con alfileres, no he acabado nada.
Con todo eso como previsora que era hizo cálculos, sumando y restando; no se debían de preocupar, sus retoños podrían respirar tranquilos una temporada, les pagarían el seguro de sus padres,
Entre tanto el pasaje estaba en su mayoría histérico, no era para menos.
Por una extraña razón, ellos aceptaron el destino estoicamente, se dieron un besito y ...., aterrizaron por fín, tomaron un taxi y más tarde el condujo su propio coche hasta su casa, al poco rato sentados en la cocina bajo el silencio de la noche, pensaron: "De buena nos hemos librado. Ni que decir tiene que dieron mil gracias por estar a salvo, sintieron y se dijeron que no volverían a hacer la idiotez que hoy 11 de agosto hemos hecho.
Esa misma mañana paseaban solitarios por Roma, por la noche a la altura de Guadalajara todo podría haberse convertido en polvo, nada más, todo se habría esfumado; no solo su vida sino la de 150 personas más en un santiamén.
La vida de cualquiera puede dar un vuelco en unos segundos y no vivir para contarlo.
Gregorio Gigorro |
¡Me encanta!. Que bonita moraleja en tan pocas palabras.
ResponderEliminarEn un momento la que se puede liar. Carpe diem. Enhorabuena por tus relatos artista.
ResponderEliminarExcelente👏👏👏
ResponderEliminarMe gusta como escribes, logras transportar al lector a lugares de ensueño con historias que dejan una estela … aromas … enseñanzas
ResponderEliminartomo nota Gregorio, es un buen recordatorio de cómo funciona la vida
ResponderEliminarQuerido Gregorio, solo somos tiempo y nuca sabes cuándo vas a necesitar los servicios de Caronte, razón por la que siempre conviene llevar preparadas tres monedas.
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