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sábado, 13 de noviembre de 2021

Concha Piquer

 Fue una oscura clavellina apoyada en el quicio de la mancebía, después conoció a un marinero del que fue madrina, para más tarde ser la otra y arrancarnos suspiros de España en tierra extraña y muchas mujeres más a lo largo de su vida; por cierto gracias a una cena con amigos en Nueva York con añoranza incluida andando el tiempo, nacería esta canción de la mano del maestro Penella.

Pero a pesar de los avatares vividos siempre fue ella, una mujer de bandera, de rompe y rasga.

Desde pequeñita mostró sus dotes artísticas; nació en 1906 en Valencia, hija de un albañil y una modista, a los 11 años se quedó huérfana de padre, sus hermanos varones también murieron pronto; su madre y sus hermanas, ella era la mayor se quedaron en la miseria más absoluta.

Un día se presentó en el teatro Sogueros, vestida de comunión porque no tenía un traje más adecuado, al escucharla la dieron trabajo, un duro la pagaban que venía de perlas en casa. El maestro Manuel Penella la vió y no se lo pensó dos veces, madre e hija se embarcaron nunca mejor dicho a hacer las américas, tenía 13 añitos; en Estados Unidos y México se estrenó El gato montés cuyo autor era dicho maestro, más tarde W.Garner la contrató por cinco años, al año de llegar habló inglés como un loro, aprendió la importancia de la disciplina y lo importante que era la profesión de artista para los americanos además de codearse con muchos de ellos que llegarían a ser célebres.

Con 17 años mostraba una desenvoltura inusual, firmaba contratos que no la ataran y no se cortaba un pelo en exigir sus emolumentos atrasados, porque sino se negaba a actuar como ocurrió en una ocasión.

Hacía 1922 realizó la primera película en Estados Unidos donde se sincronizaba el sonido y la imagen; posteriormente en España trabajaría como actriz llegando a hacer 6 películas con directores españoles como Benito Perojo, Florian Rey entre otros; si bien no se vió satisfecha nunca en este papel.

Se rodeó de artistas como Rafael de León, el maestro Quiroga, Penella y otros que realizaron composiciones para mayor gloria de la cantante, creando mujeres fatales, siendo responsables del nacimiento de la canción española, toda vez que el cuplé languidecía.

Mujer emprendedora tuvo su propia compañía, donde 30 personas trabajaban y a las que vigilaba de cerca, porque para ella el teatro era lo que le daba la vida; en Estados Unidos había aprendido muy bien la lección.

En 1929 se enamoró de Antonio Márquez, torero muy conocido, casado y después se retiraría de los ruedos para convertirse en el representante de la artista, de su relación nació su única hija, Concha que curiosamente también contraería nupcias con otro torero, Curro Romero,

En seis ocasiones viajó la compañía a América, se decía que viajas más que el baúl de la Piquer, en realidad eran 70 baúles, para ella el vestuario, la escenografía, cuadro artístico, todo era importante, de ahí su impecable cuidado, poco aficionada a las fiestas, su vida transcurría de casa al teatro y de éste a casa.

Una trayectoria frenética que se interrumpió cuando se le quebró la voz en Isla Cristina (Huelva) en 1958, permaneció tres años sin pronunciar palabra a instancias del doctor, por eso ella comentaba que no cometía ninguna falta de ortografía.

Se retiró de los escenarios y solo volvió a cantar en los años 60 en dos ocasiones para presentar a su hija como cantante en Madrid y Valencia.

Su marido estuvo junto a ella hasta su muerte en 1988 y Concha tardó dos años en reunirse con él, Concha Piquer fue una mujer que se hizo a si misma contra viento y marea, si volviese a nacer haría todo lo que he hecho exactamente, decía la artista durante una entrevista.

Pues ahí queda eso.


GREGORIO GIGORRO
"Canta y no llores"
Boceto, bolígrafo y lápiz.
2001


En Aranjuez a 13 de noviembre de 2021


domingo, 6 de junio de 2021

Medellín

La llanura estaba sembrada de cultivos variopintos, unas colinas la cercaban, de pronto apareció una más grande coronada por un castillo desafiante vigilando todo el valle, detrás había un pueblo sobre el que descollaba una imponente iglesia, en primer término, un puente lleno de ojos ascendiendo en el centro y un gran escudo barroco lo partía en dos, bajando sobre el adoquinado del suelo hasta internarse en la población.

Desde lo alto se veía el Guadiana generoso, manso, rodeado de veredas frondosas con unas sombrillas claras de un bar al borde del agua.

Comenzaron a andar sobre relucientes guijarros bajo el calor pegajoso acompañados por el silencio. A la vuelta de la fortaleza descubrieron los templos de San Martín, de Santiago, excavaciones soberbias de época romana, ¡hasta un teatro excavado en el monte con un graderío dispuesto para el disfrute, además de esculturas, capiteles, fustes mirando al pueblo tendido a sus pies!

Pudieron vislumbrar una escultura en medio de una plaza a la vera de una torre con reloj. Se encontraban en Medellín, perteneciente a la comarca de La Serena en Badajoz, cuna de Hernán Cortés, conquistador de México; en el siglo XIX se remodeló la plaza, tiraron su casa, en cambio le erigieron un monumento.

La patria chica de este hombre, astuto, tenaz que, junto a Pizarro, Orellana y tantos otros de esta tierra llevaron al nuevo mundo otra concepción de la vida que aún perdura.

Una cultura, una lengua para poder relacionarnos, sin ir más lejos solamente en México existen 139 millones de almas, ¡casi nada!

El lugar que pisamos está lleno de vestigios desde época romana, visigoda, árabe y cristiana; por aquí pasaron hasta los franceses durante la guerra de la Independencia, habiéndose librado una batalla muy cruenta donde murieron miles de hombres en ambos bandos.

Pero quien tuvo retuvo y a la vista está, ante nuestros ojos disfrutamos de un pueblo que más parece un cuento acariciado por un río caudaloso, un campo amable y fértil y un sol radiante indiferente a la historia o a las pequeñas cuitas de cada cual, como siempre y para siempre.

 

Medellín
Castillo y teatro romano
En Aranjuez a 7 de junio de 2021