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domingo, 31 de octubre de 2021

Écija

 

Las palmeras se recortan relucientes sobre el azul a un paso de la esbelta torre de Santa María mientras ellos tomaban un café con churros sentados al sol; bajo sus pies reposaban restos dejados al descubierto pues en el año 2002 toda la Plaza de España se levantó para hacer un aparcamiento público, dejando a la luz un estanque detrás de un templo romano además de diversas esculturas entre las que destacaba la amazona herida, siglo II d.c. de la que se conservan tres ejemplares más, custodiadas en prestigiosos museos europeos.

La antigua Astigi romana fue una floreciente ciudad en el siglo I a.c. desde donde se exportaba el aceite hasta Roma, a través del Genil navegable a la sazón, aunque ya en época tartésica, siglo VIII a.c. fue un enclave importante.

Un paseo por esta ciudad sevillana es una verdadera delicia, con un trazado sinuoso, por sus calles blancas, de fachadas sencillas, ensalzadas por las portadas de sus numerosos palacios; el de Benameji pongo por caso sede del museo arqueológico donde se guardan además de la escultura antes mencionada una colección reseñable de mosaicos romanos, o el de Peñaflor con su fachada cóncava de 59 metros de longitud, repleta toda de un trampantojo a base de angelotes, guirnaldas enmarcando arquitecturas fingidas, se completa con un ingreso elegante y rotundo. Desde su mirador se divisa el palacio de Valdehermoso todavía habitado por sus propietarios, las torres de San Juan, San Gil, Santa Ana así hasta 11, todas ellas barrocas, en las que se combina el blanco con el rojo y con los remates cerámicos en su arquitectura.

Después del paseo hace falta tomarse un tentempié a base de lomo de orza, ensaladilla o salmorejo con una cervecita en un bar del lugar habiendo visto poco antes la iglesia de los Descalzos, un verdadero delirio de decoración barroca, sin olvidar el palacio de justicia, una sutileza nazarí de principios del siglo XX, recorrido por un zócalo cerámico admirable, a tiro de piedra del monumento anterior.

La tarde hace acto de presencia, se alargan las sombras, siguen caminado sin rumbo fijo a lo largo de las calles guiados por las torres gráciles, tras de sí dejan el palacio de Palma, de sopetón se topan con los muros maltrechos de la iglesia de Santa Cruz muy perjudicada por el terremoto de Lisboa, acaecido en el siglo XVIII; la inconclusa catedral da fe de ello en el interior, de trazas bramantescas y decoración clasicista.

Frente a ellos el silencio se convierte en algarabía de pájaros revoloteando entre el fucsia exuberante de la buganvilla que ocupa parte de una hermosa fachada, mientras a los pies un gato expectante por si cae alguna presa.

Regresan despacio atravesando la plaza de San Gil ocupada en gran parte por el templo del mismo nombre, dejando a un lado excavaciones en el Alcázar donde se han encontrado restos de casas de época romana. Hasta llegar al paseo de San Pablo flanqueado de palmeras a la vera del río; a esas horas el sol perezoso va despidiéndose de este lugar inolvidable que ha dejado una huella imborrable en ellos, como no podía ser de otra manera; porque Écija es para quitarse el sombrero.



    Mirador del palacio de Peñaflor
Ecija


En Aranjuez a 31 de octubre de 2021








lunes, 29 de junio de 2015

Exuberancia barroca


En la primavera de 1640 subió a los cielos que tanto había pintado,  Pedro Pablo Rubens, flamante pintor flamenco, dejando una copiosa producción que atesoran los grandes Museos de este mundo, como el Prado, el Louvre, el Ermitage o la National Gallery Londinense, por citar algunos templos donde se guarda lo mejor de la  pintura de todos los tiempos. Para llevar a cabo tal producción contó con un taller fiel a los dictámenes del artista, del que cabe destacar a Van Eyck entre otros. Personifico el triunfo del barroco en el arte, en un mundo siempre convulso, plagando techos, estancias, iglesias, palacios, conventos..., para mayor gloria de sus comitentes, en un tiempo en el que la clase alta, patrocinadora del artista tenía la obligación de ayudar a este gremio; de esta manera se enriquecía la hacienda y el nombre del cliente.
 
Sus composiciones llenas de movimiento y color, relatan historias tanto paganas como religiosas, dotándoles siempre de un rabioso y a la vez elegante dinamismo.
 
Bien cerca tenemos el Museo del Prado, si vivimos en España, para gozar de esta obra tanto en bocetos de temas mitológicos como en composiciones religiosas, pongo por caso la magnífica "Adoración de los Magos" que a juzgar por la indumentaria representa el hecho como si fuera coetáneo al artista; cuantas veces me he sentado ante este lienzo que no paró hasta conseguirlo el rey Felipe IV, pues con anterioridad había sido una pertenencia de Rodrigo Calderón, ministro que cayó en desgracia, como tampoco paró en mientes al enviar a Londres a Luis de Haro para que pujase en la subasta pública de los bienes del decapitado Carlos I de Inglaterra; he puesto este ejemplo pero podría hablar de otras obras custodiadas por el mencionado Museo. Se nota la influencia italiana en su producción como también en la de Velázquez al que conoció cuando vino a Madrid, pues el pintor flamenco también ejercía labores diplomáticas  además de las pictóricas, disfrutó largamente de su fama y de su gloria en toda Europa, amante de la vida y sus placeres supo rodearse de objetos hermosos, bellas mujeres y cuando enviudo de la primera no dudo en elegir a otra igual de guapa y algo más joven que él. Las penas con buen pan son menos.
 
Qué maravilla poder desarrollar todo ese potencial creativo, tener la posibilidad de dar trabajo a un montón de colaboradores, bajo su batuta por supuesto.
 
Mi hijo una vez se interesó por un cuadro que resulto ser de Mengs y le dijo a la vendedora: "Cuando tenga un Rubens, avíseme, porque quiero  regalárselo a mi madre", era muy pequeño, al poco tiempo en otro lugar, el dueño me mostró "Diana y los viejos", estaba en el suelo sin enmarcar  y vuelto a la pared, junto con otros tantos; pero enseguida al verle reconocí el estilo, por cierto también estaba vendido, pero cuando regresé a casa le dije, hoy he visto un Rubens, hijo.
 
Desde las apoteosis teatrales que tanto llevó a cabo, en los mejores escenarios posibles de su época, contemplará el circo actual y para sí, repetirá lo que un día dicen que dijo: "Me gustaría que el  tiempo fuera de oro y no de hierro", haciendo clara alusión a la guerra.
 
GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Fachada clasicista (fragmento)
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 1991
Medidas: 80 x 40 cm



En Aranjuez a 29 de junio de 2016