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jueves, 12 de septiembre de 2019

El doncel


Más de quinientos años lleva recostado plácidamente, con las piernas cruzadas, vestido con casco, cota de malla, como si hubiese aprovechado una tregua en la guerra, dedicándose a leer un libro que sujeta en sus manos con los ojos hacia éste; destilando paz y dulzura, su madre hubiera deseado que se dedicase mas a las letras que a las batallas, quizá por ello don Fernando, su hermano le rindió este tributo después de su muerte, acaecida en Granada hacia 1488, sirviendo al duque del Infantado.

Es la escultura funeraria más importante del renacimiento español, sin duda la mas personal; no está durmiendo al contrario parece haber despertado del sueño eterno, a sus pies acompañándole encontramos el león (la inmortalidad) y el lacayo que representa la fidelidad. Uno se queda petrificado ante tanta sencillez y elegancia como si del alabastro en que está tallado se hubiese convertido, fue su hermano quien corrió con todos los gastos del sepulcro pero ni el arco gótico que le cobija ni los relieves de la parte inferior ni las otras esculturas de don Fernando mencionado mas arriba como la de sus padres y abuelos que descansan en la misma capilla le van a la zaga, por cierto, se desconoce la autoría de esta obra maestra aunque podríamos hablar de Sebastian de Almonacid.

Todo ello se encuentra en la capilla de Santa Catalina, dentro de la catedral de Sigüenza, ejemplo señero del arte cisterciense en nuestro país, donde además de dicha capilla podemos contemplar un patrimonio religioso de primer orden.

Deben de acercarse a esta ciudad armoniosa en medio del campo, yo siempre que puedo me escapo, porque la sola visita de esta personal escultura bien lo merece.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
El Doncel de Siguenza
Guadalajara (España)






En Aranjuez a 8 de agosto de 2019



domingo, 21 de abril de 2019

Nôtre Dame


Aquella tarde primaveral el fuego oscureció el cielo de París, en aquel lejano verano los ojos de un chaval de dieciocho años descubrían cada mañana al despertarse el Pont de la Tournelle, la mole de la catedral, las pêniches sobre el Sena...; en fin un cuento, un sueño hecho realidad, así conocí la capital de Francia, con un saco de dormir, unas cuantas camisetas y muchísima curiosidad.

Ahora ese símbolo ha quedado maltrecho debido a un accidente cuando se hacían trabajos de restauración. La belleza es tan perecedera que se debe guardar a buen recaudo mucho más que los sueños pues estos son más firmes y duraderos.

Desaparecido el imperio romano, llegó la edad media pero a final del XII y sobre todo del siglo XIII se produjo el resurgimiento de las ciudades debido al comercio renaciente en Europa.

La catedral era el santo y seña de identidad, mostraba la pujanza que adquirieron dichas urbes, recordemos que es época de peregrinaciones a Santiago, es también cuando se llevaron a cabo las cruzadas y el cristianismo se hacia más fuerte, dichos edificios se levantaron en honor de Dios bajo una misma religión, el cristianismo, común en todo el continente, por tanto son lugares sagrados y no meros monumentos. El gótico, estilo al que pertenece nuestra catedral nació en la isla de Francia y se extendió por toda Europa.

Hace más de 850 años que este edificio se alzó habiendo visto desfilar multitud de personajes, de celebraciones de todo tipo, ahora esperamos que resurja de las cenizas ese símbolo, sería deseable mientras se administra a tan importante enfermo los medicamentos necesarios no olvidarse de incluir la fe, pues se corre el riesgo de convertir éste y tantísimos monumentos en meros parques temáticos, donde hordas de turistas campean a sus anchas sin tener ni idea donde se encuentran, porque fueron creados, para que sirvieron y sirven todavía; las actuaciones humanas siempre han tenido y deben de tener un sentido, un significado y una representación estética en cada época.

Preservemos la memoria del sueño que tuvo Carlo Magno hace más de mil años, es decir la unión de Europa bajo la religión como punto de partida.

Mientras tanto espero que los trabajos de restauración avancen con celeridad, pues me sigue gustando mucho París  y desde aquella tarde me falta algo, no se si es el perfil de cuento  que vio aquel muchacho al contemplar el paisaje de la ciudad o la vivacidad de la memoria que tuvo una vez.

Pero en cualquier caso yo suscribo también lo que dijo Enrique IV cuando siendo protestante se convirtió al catolicismo: "París bien vale una misa".


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Bajo plato cerámica
31 cm de diámetro
2019