jueves, 28 de marzo de 2013

Roma eterna


Después de tanto ir y venir en tren por Europa, hicieron un alto en el camino, descansando unos días en casa de la hermana de su amigo en el sur de Francia, fue una estancia agradable al sol, bañándose en la playa y practicando francés. Su amigo no paraba de darle la tabarra, diciéndole: "Tienes que ir a Roma, a nosotros ya se nos ha terminado el billete"; pues éste, te daba derecho a utilizarle para viajar durante un mes en tren por el viejo continente, al haberse incorporado más tarde, él podría continuar sin ellos.

Su amigo Antonino consiguió que su hermana le prestara el dinero necesario; aunque se encontraba muy a gusto con  ellos, decidió hacer aquel viaje solo.

Viajar en tren, es otra cosa; con poco dinero  y sin ninguna prisa, te vas recreando en los lugares que recorres,  recoges otros acentos, otras miradas; entras en contacto con otras personas como tú, que están deseosas de descubrir otros lugares. A los veinte años el mundo es algo nuevo que quieres indagar y desvelar y eso es tan excitante como divertido. Transcurrieron un montón de horas viajando, llegó por la mañana, por fín constataría lo que había deseado fervientemente.

¡Qué calor hacia en aquel mediodía de agosto, en la estación Termini de Roma!; cargado con su mochila y la ilusión a raudales, llegó a la ciudad soñada, ¡la madre del cordero!, como diría aquel. Al abandonar dicho lugar, descendió hasta las termas Dioclecianas, sobre la plaza había un montón de tenderetes donde vendían todo tipo de comida; se decidió  por una rebanada grande de sandía, aliviándose de la sed que sentía. Tomó la via Nazionale, atravesó los foros de Trajano  hasta el imponente Coliseo, desde allí  subió a  un autobús que le llevaría a San Pedro, se detuvo justo debajo de la columnata de Bernini; el chapoteo de las fuentes, le hacía pensar en una tarta gigante de merengue, sobrecogido por el espectáculo del conjunto, pensó: "Es igual que lo había imaginado".

A la sombra de las columnas descansó un rato, más tarde volvió a internarse en el maremagnum de cúpulas, fuentes, esculturas y palacios, callejeando por las intrincadas calles llegó al Panteón, ¡qué hermosura!

La tarde decaía y el calor también, pero él no cesaba de engullir disfrutando de toda la belleza que un joven era capaz de admirar en una sola tarde y en una ciudad como aquella. Cayó rendido con los pies hechos polvo, dentro de su saco de dormir a la vera de las murallas aurelianas como tantos otros jóvenes que viajaban de la misma manera.

Al otro día inició su regreso, tenía la impresión de haber disfrutado mucho en poco tiempo; aquello era un rebosante despliegue de historia desperdigada en tan poco sitio que sentía no haber lugar para un alfiler en aquel museo al aire libre. No supo a ciencia cierta si todo lo visto fue poco o mucho, pero si que le supo a gloria; ni que decir tiene que volvería,  ya no tendría veinte años, ni era el mismo pero la ciudad si era la misma, aunque percibida de otra manera, preñada de hermosura desde sus orígenes hasta nuestros días, siempre eterna.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Vedutta"
Acrílico y tinta sobre cartón
Firmado  y fechado en 2.013
35 x 50 cm





Aranjuez, 28 de marzo de 2.013

domingo, 24 de marzo de 2013

El hallazgo



Se  equivocó el gorrión, no era la primera vez que eso sucedía, mucho antes, fue la paloma como nos contó Alberti; las grullas a veces se retrasan cuando viajan a otras latitudes más cálidas o las cigüeñas adelantan su regreso, quizá porque les despista que el invierno acabe antes. Todo parece estar patas arriba, hasta las jirafas a veces pierden su sentido de la orientación, junto con los elefantes, las gacelas y otros animales de diferentes especies.

La atmósfera está revuelta, el ambiente caldeado; mientras tanto, mi mirada seguía las  evoluciones del pajarillo a través de la inmensa nave de la gran superficie, se diría la de una catedral actual, imponente y desangelada, colocada siempre al final de cada ciudad, llena a  rebosar de todo tipo de artículos para  consumir, para pasear, para mirar y que te miren en cualquier tarde de cualquier domingo gris. Pues el lugar donde se había perdido nuestro gorrión era el centro sociocultural de nuestro tiempo, es decir un centro comercial, de esos que proliferan como setas por doquier; espacios donde los niños juegan o realizan  talleres mientras los padres hacen la compra y en el mejor de los casos se relajan porque un centro como debe ser, además de supermercado, dispone de tiendas de todas clases, también posee gimnasio, cines... hasta en algún caso de librería, os lo aseguro.

Entre tanto el pobre revoloteaba sobre todos los estantes, desde la comida a las plantas pasando por la confección, a la sección del hogar hasta chocar con la inmensa cristalera que daba a la avenida, sin lograr dar con la tecla, quería decir con la salida.

Los hipotéticos clientes deambulaban sin percatarse de la presencia de tan delicado ser y éste seguía planeando sobre todo tipo de bebidas, de enseres de limpieza, fundamental en un mundo tan aséptico como el nuestro; por encima de las vitrinas donde yacían desplumados montones de aves, de pescados vestidos de hielo, pasando sobre miles de caramelos, de tartas, de interminables hileras de ropa y de un sinfín de flores, plantas y macetones, además de utensilios para el jardín, esperando mudos a cambiar de sitio.

El pajarillo, sobre toda esta multitud de cosas de llamativos colores, parecía aturdido, de  vez en cuando piaba pidiendo ayuda sin obtener respuesta; para más inri la nave aparecía  iluminada  por cientos de bombillas, creando en él la ilusión de la luz solar,  despistándole aún más.

Mientras, abajo una pareja paseaba con su retoño, no debía de tener más de tres años, los padres miraban los precios de los productos antes de introducirlos en el carro de la compra; el niño alzando sus ojos descubrió al pajarillo, a estas alturas casi mareado de tantas idas y venidas.

El niño tiraba de la manga del padre, éste tan absorto en su quehacer, no le prestaba atención, sin embargo el gorrión, si que respondió a la llamada de Andrés, asi se llamaba el pequeño pues a pesar  del ruido de la música ambiental distinguió su vocecita aguda y amiga; de repente se posó sobre su cabecita y de ésta saltó a sus manos, con delicadeza le acarició y el pajarillo  respiró por fín tranquilo.

Ufano como estaba le dijó a sus padres: "Mirad lo que tengo", ahora él le prestó atención respondiéndole: "Hijo te he dicho siempre que no se coge nada que no sea tuyo".

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La familia"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 35 x 50 cm



Aranjuez, 24 de marzo de 2.013

jueves, 14 de marzo de 2013

La premonición




Se lo había contado tantas veces a su hijo que sabía de sobra todo lo que iba a ocurrir mientras vivieran en aquella casa.

Desde todos los balcones se podía ver el mar, la mujer empujó la puerta, ya tenía escogido el lugar; hacía calor y él estaba descalzo. Descubrió al velero asomando, el hombre vió a la mujer y subió morosamente la escalera. Vislumbraron la señal que alguien les hacía desde la embarcación, ambos se miraron, se tomaron de la mano y cerraron la puerta de un golpazo, dejando todo absolutamente sin mirar atrás.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La señal"
Tinta y acrílico sobre carbón
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 50 x 35 cm




Aranjuez, 10 de marzo de 2.013


domingo, 3 de marzo de 2013

¡New York, New York!


      Él adoraba Manhattan, lo dice al comienzo de la película, el protagonista y director que no es otro que Woody Allen, desgranando ideas escritas a la  vez que muestra escenas ciudadanas, vistas de su ciudad, testigo mudo de sus vivencias, bajo el fondo musical de la Rhapsody in Blue de Gershwin, representando un espectacular inicio. Utilizando el blanco, el negro y la gama de grises para distraer lo menos posible al espectador, creando asi una atmósfera intimista y sugestiva donde el amor y el desamor son el leitmotiv.

Una ciudad es el fondo, el decorado de tu existencia, poco importa a fín de cuentas, si es hermosa o no; lo fundamental es haber vivido en ella lo más importante de tu vida.

Mucho ha llovido desde que se filmó aquella película, pero a pesar del tiempo transcurrido, conserva ese magnetismo que sigue atrayendo con mayúscula a gran parte del mundo. Como si del Coloso de Rodas se tratara, la estatuta de la Libertad vigila la entrada al puerto. ¿Cuánta gente habrá visto llegar?, millones de personas venidas de Europa fueron atraidos por las oportunidas que les brindaba el nuevo mundo, huyendo de la guerra y de las condiciones miserables que padecían, a los europeos, se unieron los asiáticos, los africanos y los latinoamericanos; gentes de todo tipo y condición, artistas, ingenieros, científicos, gente de a pie han contribuido a crear una verdadera metrópoli, gracias a la multitud de razas, religiones, costumbres variopintas que conviven en esta parte del planeta, donde la vida florece de forma exultante.

Aunque la base es anglosajona, el mismo nombre lo delata, siendo alumna aventajada de Londres, es pragmática hasta decir basta, la poca intervención del estado mejora sensiblemente el inicio  de cualquier aventura; reina del consumo delirante, del trabajo desbordante, está siempre abierta a cualquier hora. Sigue siendo la imagen del mundo capitalista, como capital ha sabido venderse al exterior creando modas y modos de conducta que irradían al resto, formando parte de nuestro acervo cultural, por ello no son familiares sus taxis, el take away, Wall Street, Time Square, Central Park..., por poner unos cuantos ejemplos.

En este sentido, el cine ha contribuido ha difundir la cultura de este inmenso país y de esta urbe en concreto, convirtiéndose pese a su poca antiguedad en una de las ciudades más fotografiadas. Tal es asi que puede que encima de ti "La tentación vive arriba", protagonizada por Monroe, ver salir de Tiffanys a Audrey Hepburn, o escuchar en tu cabeza la voz de Frank Sinatra; encontrarte a Angie Dickinson en el vestíbulo del Met en "Vestida para matar", o toparse en la Fifth Avenue con Newman y Redford, después de dar "El golpe". La enumeración de filmes en que la ciudad ha servido de fondo es enorme, su difusión no lo es menos, haciendo que cuando estás allí te sientas como en casa.

La oferta cultura en teatro, danza, opera, arte y otras muchas actividades hacen de ella, un referente que es imprescindible conocer. Dejando abajo el frenesí de sus calles  y sus gentes que de por si constituyen un espectáculo viviente, cuando te encuentras en el mirador de cualquier rascacielos, esperas que de un momento a otro aparezca King Kong sobre uno de ellos, rodeado  de otros tantos altos edificios, abrazados por el mar que la rodea, bajo una magnífica puesta de sol.

¡Nueva York, for ever...!

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Desde Brooklyn"
Tinta y acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 35 x 50 cm



Aranjuez, 3 de marzo de 2.013

sábado, 23 de febrero de 2013

La princesita


¿En qué piensas princesa, mientras me miras?

Déjame adivinarlo, a buen seguro que una corte de mariposas de colores, de mariquitas, de saltamontes, de un montón de bichitos de entre las hojas; todos saldrán en tropel a darte los buenos días. Las margaritas, después de que tú sembrarás sólo una, no pudieron resistir la tentación de verte y crecieron por doquier, vestidas de un naranja subido, ni qué decir tiene de los pensamientos morados, de las violas amarillas..., y del mirlo que se planta cerca de tu ventana, como diciéndote: "Venga, venga, date prisa, ha llegado el día"; todos ellos y muchos más te esperan fuera.

Pero sin duda, princesa, lo mejor de lo mejor lo llevas bien guardado dentro de ti, ¡A qué si!


GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"Princesa"
Tinta, acrílico y lápices acuarelables sobre papel de embalar
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 40 x 50 cm



Aranjuez, 23 de febrero de 2.013


jueves, 21 de febrero de 2013

Como un soplo



Fue el mejor regalo en su décimo cumpleaños, verla con la jaula por la calle bajo el sol, era impagable.

Le puso por nombre Federico Chopin, dicho apelativo le hacía justicia; compartía pared que no jaula con otro canario amarillo, él era verderón, de apariencia más discreta pero cantaba como ninguno, arropados por el rojo reventón de los geranios.

No cesaban  de proporcionar incansablemente la compañía que sólo los animales saben dar a las personas que lo necesitan.

Mi mujer  se acordababa de aquel que tuvo siendo pequeña y no dudó en regalárselo a Isabel pensando que así alimentaría buenos recuerdos; yo siempre les saludaba, alertándoles a guardar silencio pues era pronto para festejar la mañana, aún dormían las chicas de la casa. Federico después de pasar poco más de dos años con nosotros ha parado de cantar, ha volado sin alas para siempre, sin despedirse. Ayer, estaba bien, hoy simplemente ya no está, ha dejado de existir para formar parte de nuestra memoria como tantos otros seres que desaparecen de nuestras vidas, dejando una huella imborrable.

Nos queda la ausencia, la nada, para abrir paso a otras vivencias, a otros recuerdos. Formamos parte de la vida estando vivos, pero no somos la vida, que indiferente sigue su curso sin nosotros. El otro día mi hija no me dió un beso de despedida, le dije: "No lo vuelvas a hacer, lo necesito para caminar".

Vivir es un camino sin vuelta, no lo olvidemos nunca, por eso hay que gozar de cada día como si fuese el último. En ese camino necesitarás hacer acopio de los buenos ratos con mamá, de los baños de sol, de los trinos de tus pajaritos, de las caricias del gato, de tus juegos, de tus risas..., porque habrá muchas piedras; a veces se te hará cuesta arriba, por eso en tu equipaje, tendrás que llevar lo mejor.

Ante las malas hierbas que puedas encontrar, no pierdas ni un segundo y sigue andando firmemente por tu camino.

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
"La pareja"
Tinta y acrílico sobre papel de embalaje
Firmado y fechado en 2.013
Medidas: 50 x 40 cm



Madrid, 11 de febrero de 2.013

jueves, 14 de febrero de 2013

El circo


Con frecuencia escuchamos frases como ésta: "Es un payaso, hace payasadas", "¡Menudo circo tengo montado!", otras veces oigo: "Si tuviera un circo me crecerían los enanos", pero siempre son peyorativas.

¡Qué poco humor tenemos, qué ausencia de sentido común, qué imaginación tan nula!

Para mí es un espectáculo fascinante que me lleva a la infancia, aquella época en que llegaban al pueblo los titiriteros, venidos de otros lugares para alegrarnos la vida; en un abrir y cerrar de ojos la carpa estaba  preparada para el momento de la actuación por la noche. Aquel niño como tantos otros vibraban de emoción al ver los saltos vertiginosos de los acróbatas, la contorsionista gorda, gordísima se movía gracilmente sobre el caballo, las cabras obedientes, se desplazaban por la pista,  los enanos bailaban al ritmo de la música, los leones dóciles se doblegaban al domador sin vacilar en demostrar su valentía ante las fieras;  la guinda eran los payasos, esos personajes pintados como puertas, vestidos estramboticamente, haciendo las delicias de los más pequeños con sus payasadas.

Hace poco murió Miliki,  un gran payaso con el que toda una generación disfrutó de lo lindo. ¡Qué importante es reirse!, ¡qué maravilla es conseguirlo sin meterse con nadie!

Cuando se iban  con su  música a otra parte pensaba: "¡Qué vida  tan agitada, tan movida, tan poco apegada a  las cosas!, sólo con el afán de divertir a los demás, haciendo de tripas corazón, comiéndose la basura que tenemos dentro, para repartirnos flores sin espinas.

La vida es como un circo, donde todos los personajes "bailan" al son del director; la danza como los trajes cambian dependiendo del momento,  de la situación que toque; alrededor se encuentra el público,  sin éste  no hay espectáculo, asiste pero no participa de él, sin embargo lo agradece con ese lenguaje  tan sonoro y gratificante como es el aplauso.

¿Tú que prefieres ser, público o payaso?

Con el tiempo aquellos artistas ambulantes fueron desapareciendo en favor de la televisión y otros inventos que nos iban haciendo la vida más cara pero más confortable aunque también con menos  gracia. No creo que cualquier tiempo pasado fuese mejor, sencillamente eramos más jóvenes, teniamos menos prejuicios y menos recuerdos, haciendo que el equipaje fuera más ligero, porque lo que  pesa son los recuerdos, no los kilos,  en un mundo  tan preocupado por la apariencia como el nuestro.

De cualquier manera, ambulante o estable, deseo con todo mi corazón que viva siempre el circo. La risa es la mejor arma que desarma a cualquier contrincante.




Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
Bandeja
Acrílico sobre cartón
Firmado  y fechado en 2.011
Medidas: 46 x 56 cm





Aranjuez,  14 de febrero de 2.013