domingo, 25 de septiembre de 2016

21 de septiembre


Los cocineros seguían realizando el menú que se serviría al otro día, mientras los pasteleros coronaban la tarta con la pareja de los recién casados; había mucho ajetreo en la enorme cocina donde circulaban, ruido de platos, de grifos, de gente sin parar para que todo estuviera en su punto, mientras la lluvia rabiosa golpeaba los cristales sin descanso.
 
Aquel mes de septiembre fue muy lluvioso, sobre todo los días antes de su boda, se decía recorriendo los llorosos ventanales de su cocina, distraídamente en su ojos resonaban: "No te preocupes, dejará de llover y el sol lucirá, sino, yo te pintaré uno grande, resplandeciente", le decía su novio; lo cierto es que cesó la lluvia y brilló el sol, así que pudieron celebrar el enlace como quisieron, no exento de algún que otro contratiempo. Veinte años habían transcurrido de aquella fecha en que despedían al verano mientras el otoño apuntaba maneras, ellos iniciaban su particular camino, juntos.
 
Veinte años no es nada, es una frase manida y socorrida a la vez; la verdad es que no tenía la sensación de haberse aburrido, le había sucedido de todo, seguía viva a pesar de los golpes, de los momentos altos y bajos acaecidos, continuaba esperando pues lo bueno está aún por llegar. Miraba la luz del horno y veía como el bizcocho subía esponjoso, sobresaliendo del molde.
 
Lo suyo parecía una espera lenta sin saber a ciencia cierta lo que era realmente; tras el cristal los gatos miraban no se sabía a qué, ella les observaba, de fondo la hiedra reluciente golpeada por el viento impertinente; había llegado otro otoño más.
 
GREGORIO GIGORRO
Pilar Cuns
Campos del Paraíso
24 de septiembre de 2016
 

jueves, 8 de septiembre de 2016

María


Después de tantas idas y venidas para acudir a los ensayos, de pasar mucho calor, nervios, risas, alguna lagrimilla...

Después de preparar concienzudamente tu papel, sin escatimar ni esfuerzos, ni tiempo; llegó la noche esperada, cuajada de estrellas, con el palacio como telón de fondo, a la sazón iluminado con acierto, cambiando las imágenes según lo requería cada escena. Te subiste al escenario pisando firme y con soltura, desgranando desparpajo; dueña de ti, te convertiste en María, acompañada por tu pareja en la ficción, sin que él te fuera a la zaga.
 
Estuviste sencillamente estupenda, y no exagero, aunque cualquier padre que lo hubiera hecho estaría totalmente justificado; pero no voy a enumerar por no redundar, los apelativos que te podría dedicar.
 
Al final la plaza de Parejas  inmensa, se llenó de un aplauso gigante e incesante, después los saludos, las pruebas de cariño hacia toda la compañía que había trabajado incansablemente para representar el Motín de Aranjuez, celebración anual a veces controvertida, que habiendo estrenado nuevo libreto en este año, ha ganado en dinamismo, debido al hecho de ensartar una escena con la otra siendo distintas entre si, como si se tratara de un encaje de bolillos, sin olvidar la gracia y la frescura de sus intérpretes.
 
Felicidades a ti y a todo el elenco que ha hecho posible esta representación.
 
Si alguien a tu edad representa su papel con tanto garbo y seguridad, qué no podrá hacer dentro de un tiempo. Has arrancado bien, con buenos bríos, sin embargo en esta carrera tendrás que sortear muchos obstáculos, sabrás salvarlos con tu tenacidad, ya sabes, somos lo que nos proponemos, adelante Isabel, sigue con tu camino.
 
María
 

jueves, 18 de agosto de 2016

El pozo amargo



 
"Cuántas lágrimas hay que derramar para que un pozo se convierta en amargo habiendo sido dulce su caudal".
 

Miraba distraídamente el brocal, rodeado de rosas, aspiraba su perfume.
 
Hacia tiempo que sus ojos se habían secado, recluida en el convento había encontrado la paz, la plenitud que tanto había buscado la descubrió en aquella isla rodeada de altos muros.
 
Cerca de allí seguía la oquedad donde se marchitaron sus anhelos, truncados de un tajo cuando su padre, mandó segar la vida de su amado, un joven cristiano, precisamente por serlo y no ser judío como ella.
 
Desde aquel día, fue presa de la desesperación, se rompieron sus sueños, el camino que hubiera deseado andar juntos.
 
Le resonaba en su cabeza, la esperanza nunca se puede perder pase lo que pase, siempre le decía su enamorado.
 
Deambulando sin rumbo, llegó a las puertas de Santa Isabel, para romper con todo, recorrer otras veredas, dando la espalda al mundo y sirviendo a un amo que siempre estaría vivo.

GREGORIO GIGORRO
Fragmento del retablo de la capilla de La Asunión
Villaescusa de Haro
Cuenca
España
 

sábado, 13 de agosto de 2016

Cerca de ti



Un conjunto imponente en medio del campo sembrado de girasoles sonrientes bajo el cielo añil de agosto.
 
Una fachada orgullosa y mesurada a la vez, aunque su portada sea deliberadamente barroca, mira de frente a la rotunda torre medieval; el monasterio de Uclés edificado sobre un promontorio descolla soberbiamente sobre el exiguo caserío.
 
Una carretera que se retuerce suavemente dejando a la izquierda las ruinas solemnes de la romana Segóvriga.
 
Un castillo que abraza al pueblo de Belmonte a lo largo de su muralla; la inmensa llanura de vides que aparece salpicada de casas para solaz de sus habitantes, perdiéndose hasta Mota de Cuervo con sus molinos.
 
Una capilla del último gótico presidida por un retablo gigante del XVI, donde trabajaron artistas como Francisco de Colonia, Felipe Vigarny y Francisco de Salamanca. La luz se filtra por el ventanal dando justo en la cara de la Virgen, rodeada de ángeles, dotándola por arte de magia de una sonrisa vivaz, como si acabara de ser pintada; emociona y sobrecoge la capilla de la Asunción en Villaescusa de Haro.
 
Una potente luz sobre los campos desiertos donde campan a lo largo y ancho girasoles y más girasoles, y vas y te sumerges en este mar de miles de tortas amarillas y verdes, mientras la chicharra no para de cantar y de vez en cuando pasa algún coche despistado por la vecina carretera.
 
¡Para qué ir más lejos, si aquí se está bien!
 
"Cuenca, ni más ni menos".
 
 
GREGORIO GIGORRO
En Aranjuez a 14 de agosto de 2016
 

domingo, 17 de julio de 2016

Marina


Marina sueña sin saberlo, surca mares tranquilos, hace poco se encontraba en un laguna a sus anchas al abrigo de todo, repleta del calor materno, a salvo de calmas y tempestades; ahora sigue en su mundo, observando, disfrutando, gozando, sintiendo sin pensar; segura, protegida, tan telenda, tan querida como deseada.
 
¿Sueñan los niños pequeños?, se dice que empezamos a recordar algo vivido a partir de los siete años más o menos.
 
Cuando se pierde la frescura, la curiosidad, lo espontaneo; se abandona la infancia definitivamente, le decía mientras ella no quitaba ojo a la criatura.
 
A medida que somos más mayores, nos acordamos de sucesos lejanos nítidamente y sin embargo no recordamos donde hemos puesto las llaves de casa, por ejemplo.
 
Marina seguía durmiendo, sentían su respiración pausada, su olor a agua de colonia fresca, continuaban embobados como si fueran dos niños. Al cabo de un rato, el claxon de un coche repentinamente le hizo abrir los ojos sobresaltados, rompió a llorar, sus brazos se encontraron a los de su madre, aferrándose con fuerza. Se apaciguó, quedándose dormida.
 
Suena el  teléfono, "Papá soy yo, tu hija, voy a llegar tarde, pues me voy con los de la compañía a tomar una copa después de la función, no me esperéis"; "Bueno, ten cuidado, corazón".
 
Se miran los dos y recuerdan cuando aquella niña pizpireta les decía: "Cuando sea mayor, yo, trabajaré en el teatro"; un lagrimón sin freno se desliza por sus mejillas, parece que fue ayer y sin embargo ya han transcurrido veinte años de aquello.
 
GREGORIO GIGORRO
"Marina"
Acrílico sobre cartón
Firmado y fechado en 2016
30 X 40 cm



En Aranjuez a 17 de julio de 2016



 
 

sábado, 18 de junio de 2016

La lectura



Tan ensimismada estaba en su lectura que no se dio cuenta del golpe sobre su cabeza inerte, pero la segunda vez ya se percató;  era rotundo y seco.
 
Miró a través del cristal y vio que al otro lado nada le era familiar; no había rastro del espejo grande sobre el lavabo ni el mueble blanco de cuarterones sobre el cual, descansaba el jarrón de flores secas, tampoco la sonrisa eterna del fauno de arcilla y mucho menos, los trinos del risueño jilguero que madrugaba sin descanso, despertando a los habitantes de aquella casa.
 
Qué extraño, no me suena nada de nada, eso sí, oía conversaciones, trasiego de trastos, de personas que se movían, desembalaban objetos curiosos y distintos para ella; entonces cayó en la cuenta de que sin duda le habían trasladado a otro lugar. A pesar de eso, seguía con su lectura, como siempre; desde los últimos diez o más años, no acertaba a recordar con exactitud.
 
El tiempo transcurría plácidamente, llegó la tarde, los humanos se marcharon y después el silencio de la noche reinó por aquellos lares. De pronto le invadió un olor suave, delicado, seductor que penetraba hasta el más recóndito rincón; tan potente era que le entraron unas ganas irrefrenables de perder los papeles, de salirse de "cuadro", de éste no sería posible escaparse físicamente pero su alma sí lo lograría.
 
Enseguida vagó lentamente, husmeando todo hasta empaparse de la fiesta de fragancias que destilaban la multitud de flores y plantas esparcidas a lo largo de los paseos sinuosos bajo los cipreses, las madreselvas, los naranjos, pinos y palmeras.
 
Llegó a un claro del frondoso jardín, desde allí pudo vislumbrar luces lejanas reflejadas en un inmenso espejo negro, quieto y sin orillas: era el mar, podía sentirlo, pues su brisa llegaba hasta allí. Agotada por aquel garbeo, miró al cielo, ya empezaba a clarear, los cientos de pájaros que poblaban aquel paraíso, no tardarían en despertarse, así que regresó a su lugar de siempre, tumbada sobre la alfombra persa preñada de vivos colores, absorta en el mismo quehacer, vigilada de cerca por el toro de fieltro que tanto le gustaba, como si nada hubiese sucedido.
 
Una mirada incisiva al otro lado se clavó en el cuadro: "Parece un cuento", le comentó a su acompañante, esta asintió con una leve sonrisa.
 
GREGORIO GIGORRO
"Pilar y los toros"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2002
Medidas: 100 x 81 cm



En Aranjuez a 18 de junio de 2016
 

miércoles, 18 de mayo de 2016

La carta


El cartero  ya no trae cartas de Amor, se decía Esperanza que no desesperaba a pesar del transcurrir del tiempo aunque fuera en su contra.

Releía una y otra vez aquella, su primera carta y se le representaba con nitidez las veinticuatro horas sentidas como si se tratara de una vida entera, aquella excursión fue el único viaje; qué bien hizo separándose del grupo, marchándose a tomar algo en un cercano café. Sentada con la mirada perdida, se cruzó con la suya, arrolladora, impactante, así empezó todo hasta caerse rendida en sus brazos atléticos, jóvenes, más que los de ella; no le importaba nada el mundo y todas sus obligaciones se habían desvanecido de pronto.

Poco duró la aventura, según se mire porque ella la vivió y revivió desde ese día, con tal intensidad que eso, solo eso la colmó la existencia.

Sonó el timbre de la puerta, bajo las escaleras, recorriendo el jardín hasta llegar a la entrada, no tan deprisa como hubiese deseado; oyó que se marchaba la moto del cartero, subiendo ya la cuesta. Abrió el buzón y recogió las facturas del banco, la publicidad del supermercado... y más cosas por el estilo; pero ninguna carta.

Desde que se conocieron el mundo había cambiado mucho, ahora las personas se enviaban mensajes de texto, de voz, emails, se felicitaban, se daban el pésame o cualquier noticia de esta manera. ¡Qué lástima pensaba, con lo bonito que es escribir cartas!, enviarlas, esperar la respuesta, contando el tiempo.

Subiendo las escaleras, volvió a decir para sus adentros: "No, el cartero ya no trae cartas de Amor, ni  para mi ni para nadie".

GREGORIO GIGORRO
GREGORIO GIGORRO
Un pedacito de "Sabor a ti"
Acrílico sobre tabla entelada
Firmado  y fechado en 2016
Medidas: 26 x 19 cm


En Aranjuez a 19 de mayo de 2016