Erase una noche de verano, calurosa por demás,
la luna llena iluminaba el firmamento, la calma reinaba a sus anchas;
sin venir a cuento un golpazo en el agua hizo despertar a la familia de patos,
que buscando el frescor de la hierba campaban dormidos a la vera de la serena balsa.
Ella, ajena a los aspavientos de los zancudos, andaba de un lado al otro,
se reía, se paraba, se daba la vuelta, haciendo un montón de posturitas,
Pepi, se despojó de todos su aderezos poco a poco, tanteando el lugar,
por si acaso algún vecino la viese,
pero se dijo: ¡Hace mucho calor, qué leñe!
y a lucir sin tapujos sus carnes morenas,
sus curvas y delanteras voluptuosas, como Dios la trajo al mundo.
Quizá lo hizo para remediar la fiesta tan aburrida de la que venía,
o a lo mejor para despabilarse después de la cogorza,
o para calmar el mal de amores,
o simplemente para quedarse más fresquita y hacer algo, como dicen ahora incorrecto,
o sea zambullirse en un lugar público, pero a esas horas, ¿quién me va a ver?
-Ay Pepi, disfruta que eso es lo que te llevas-
Terminada la faena se fue a dormir a casa y los patos repuestos del mal trago,
volvieron a hacer lo propio en aquella noche sofocante de verano.
GREGORIO GIGORRO "PEPI AND THE FISH" Acrílico sobre cartón Firmado y fechado en 2013 En Aranjuez a 15 de julio de 2018 |