Los pimientos rabiosamente frescos,
cuando los pico para la ensalada.
El aroma de las fresas y ese sabor
agridulce que te entona las mejillas,
como si hubieras roto un plato.
Las lechugas me dan ese olor,
a tierra mojada que tenían cuando era niño,
es impagable volver a la infancia en un pis pas,
dichos vegetales tienen que ser de verdad,
no de plástico.
Al pasar la mano suavemente por encima de la lavanda
o el romero, recuerdo cuando enseñaba a distinguir
una fragancia de otra a mis hijos.
Todo es de color, pero también, todo debe
tener su propio olor y sabor.
Todas las petunias huelen pero hay rosas que no,
peor para ellas porque se marchitan sin disfrutar de ninguna caricia.
Yo desde luego, prefiero las que destilan
ese suave perfume lo mismo que el del nardo,
cuando te entoldas ese vestido sedoso,
un jardín desparramado sobre tu cuerpo.
¡Qué bien te sienta!, tanto que me hace volver la cabeza,
como decía la canción de Edith Piaf; por cierto,
una mujer con mucho sabor.
Fotos de mi cámara "El campo de Colmenar" Pilar Cuns Domingo 19 de marzo de 2015, de vuelta a casa. |