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domingo, 6 de febrero de 2022

La frescura

 

Con un solo sorbo del vaso, sentía que su cuerpo se inundaba de agua, agua pura y refrescante, reavivando de golpe aquella tarde tan agradable.

Las horas bajo el sol pasaban lentas, se estiraban, los árboles desnudos se reflejaban desvalidos en el agua quieta de la laguna mientras los pinos salpicaban con su verdor las lomas de alrededor; algún grito de un niño jugando, la polvareda de un coche por el camino, quedaba el silencio sin más.

Más tarde la carretera subía y bajaba retorciéndose, la luz de frente le cegaba, hasta aparecer el imponente monasterio y las murallas sobre el monte recortándose en el horizonte que con sus arreboles y violetas intensos poblaban el cielo, sembrando la llanura de sombras.

Los caños de cobre desembuchaban sin descanso aquel agua cristalina, con un sonido monótono y machacón sobre la pila de piedra centenaria.

Cualquier sentido, da igual el que sea: la vista, el olfato, el tacto; tiene tal poder evocador que nos lleva a rescatar de la memoria aquello que ha tenido verdadero sentido en nuestras vidas desde la más tierna infancia hasta este momento.

Monasterio de Uclés
Cuenca - España



En Aranjuez a 6 de febrero de 2022



domingo, 4 de marzo de 2018

La casa del gallo


Subía corriendo la cuesta, llegaba chorreando sudor, el niki pegado a la piel,
jadeante encontraba como siempre la pesada portada barroca, 
se quedaba petrificado con sus ojos de niño, recorriendo aquel mamotreto que tanto
le fascinaba.

Siempre que volvía a Santa Cruz sentía la imperiosa necesidad de despedirse de ella,
cuando se marchaba, constatando que continuaba en el mismo lugar, vigilando al pueblo
desde su veleta, coronando la torrecilla de ladrillo, horadada por arcos de medio punto,
formando simetría con la rotunda fachada.

De aquellos años, con su mirada limpia y transparente, guardaba la afición 
por las veletas, con frecuencia comparaba ésta con otras como la del Monasterio de Uclés,
más rotunda en consonancia con el edificio, contrapuesta a la del parador
de Cáceres, ésta más grácil.

¡Cuántas veces fantaseó con este palacio solariego!

Poniendo el ojo en su roñosa cerradura a través de la cual veía el zaguán sombrío,
el patio porticado, el arranque de la escalera, hasta las estancias del piso noble,
todo enorme para él.

Se veía recorriendo la bodega, jugando al escondite entre las tinajas,
palpando la humedad que deja el tiempo abandonado,
perdiéndose bajo los árboles del jardín descuidado, al abrigo de la arquería, 
frente a la iglesia de San Miguel en el arrabal.

Tantas fantasías infantiles habían hecho mella, hasta el punto de regresar una y otra vez
a comprobar peinando canas que la Casa del gallo seguía vigilando a Santa Cruz, 
ahora poblada por el murmullo insistente de las palomas.

El más nimio detalle puede servir para revivir el pasado, viviendo el presente con intensidad,
¿qué fantasía te lleva a tu infancia?, ¿cual te anima a caminar con alegría y confianza?

La fantasía es exclusivo patrimonio del ser humano, sin ella, todo se percibe gris, soso.

Claro que es necesario echarle de comer de tanto en tanto
porque ya se sabe, no solo de pan vive el hombre.


GREGORIO GIGORRO
"La casa del gallo"
Santa Cruz de la Zarza (Toledo)
En Aranjuez a 4 de marzo de 2018