sábado, 11 de agosto de 2012

Guadalupe



Después de atravesar el puente del Arzobispo sobre el río Tajo, gótico para más señas, dejaron atrás el valle; el camino se fue haciendo empinado, rodeado de encinas y alcornoques, subiendo y bajando, el paisaje fue cambiando; al poco tiempo se tornó jugoso y amable, entraban en la comarca de las Villuercas, sembrada de bosques y embalses, la carretera se hacía cada vez más tortuosa, todo se convirtió en un cuento y como un cuento apareció Guadalupe, en la ladera de un monte tapizado de verde, sobresalía el monasterio abrazado por el pueblo.

¡Por fín, habían saldado la deuda! Desde que viajaron a México, donde conocieron el santuario del mismo nombre, comprendieron la grandeza de su país, la importancia de lo hispánico, lo mucho que a través de la historia habíamos aportado al otro lado del charco y cuánto habíamos recibido a cambio.

No había nadie por la calle, sólo el calor campeaba a sus anchas. Se encontraron ante el soberbio edificio que se hallaba a medio camino entre una fortaleza, un palacio que le recordaba de lejos al de Urbino en Italia y una iglesia, fueron bordeando el santuario, constatando que la rudeza de la construcción era suavizada por las torres de remates puntiagudos, de color blanco y azul, por las filigranas de los rosetones y gabletes calados, por las diferentes cúpulas y otros elementos arquitectónicos. La mezcla entre lo gótico, mudéjar, renacentista y barroco debido a las sucesivas aportaciones de distintas épocas daba como resultado un conjunto muy armonioso.

En el interior sorprende la calidad de las colecciones que atesora, fruto de las numerosas donaciones por parte de reyes, nobles y prelados; desde el siglo XIV, este lugar se vistió con los más ricos bordados, libros miniados, esculturas, delicada orfebrería..., los muros se cubrieron de las más exquisitas pinturas decorativas, artistas como Zurbarán o Giordano, contribuyeron con su trabajo a embellecer el santuario. Todo para honrar a la virgen, ante la que se han postrado los mas ilustres personajes a través de los tiempos para rendirle pleitesía. La veneración continua, doy fé.

Detrás de las palmeras, los naranjos y las buganvillas, se recortan sobre el cielo cuando el sol va cayendo, las torres, las cúpulas, las almenas. ¿Cómo olvidar una vista que invita a soñar? Imposible olvidar el susurro de la fuente sobre el solado de colores de raigambre árabe en el claustro mudéjar o la escultura en cerámica de la virgen en el gótico; el perfume de los limoneros en el patio del parador y tantos detalles difíciles de retener en tan sólo una visita


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Trocito de jardín"
Tinta china y acrílico sobre madera
Firmado y fechado en 2.011
Medidas: 19 x 50 cm


Aranjuez, 10 de agosto de 2.012

                                         

jueves, 9 de agosto de 2012

De madrugada




A esas horas el mundo duerme, los habitantes de la ciudad siguen con las sábanas pegadas en sus casas. Las calles lucen vacías de coches, no hay un alma, las farolas parecen árboles raquíticos de color ámbar, reflejándose en el suelo mojado. A esas horas, tienes la sensación de que ha ocurrido un desastre y todos han desaparecido, sin hacer ruido, sin dejar rastro. Los jardines están cerrados, las terrazas solitarias, el aire quieto. La ciudad te pertenece porque no tienes que compartirla con nadie, se convierte en un espacio metafísico, ensoñador.



Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Un lugar para soñar"
Técnica mixta sobre papel
Firmado y fechado en 2.011
Medidas: 35 x 50 cm

Aranjuez, 8 de agosto de 2.012


A esas horas al cruzar la gran plaza les dieron ganas de apearse del coche y bailar un valls bajo la mirada cómplice de Venus, desde su pedestal de piedra. ¡Pero no puede ser!, porque sabían que estaban colocando el puente de barcas con mucho sigilo para no despertar a la bandada de patos que estaba durmiendo en la isla, cerca de allí. Atravesaron el río y continuaron bajo el paseo oscuro de los árboles, al rato empezó a clarear tímidamente, algunos coches empezaban a aparecer en la carretera, con su ruido, con sus prisas; la luz lo inundó todo, había nacido otra mañana que sin duda les pertenecía.


                               

miércoles, 8 de agosto de 2012

Ayer



Desde la barandilla veía justo debajo, bañarse a los niños, divirtiéndose entre los pedruscos del río que venía de la sierra, otros chapoteaban en el agua helada, más allá tomaban el sol o se dirigían a las sombrillas donde estaban sus padres para darles de merendar; todo frente a la presencia muda de un viejo puente de ojo apuntado que sobresalía de entre los pinos.

Parece que fue ayer, pensaba mientras observaba la escena. Él se veía, bañándose en los estanques del campo antes de que sus dueños los vaciaran para regar los huertos, después se secaban al sol, sin toalla y más tarde volvían a casa en bicicleta.

Parece que fue ayer, cuando subía a las eras donde se trillaba el grano separándolo de la paja, una vez acabada la recolección del cereal; todo era amarillo, seco y el sol te ardía en la cara.

Parece que fue ayer, cuando recogía el espliego para venderlo, todo olía intensamente a esa planta que le sigue gustando tanto como el aroma de un tomate recién cortado de la mata o el sabor del melón recién abierto. Aquellos veranos eran interminables y pegajosos, era obligatorio hacer la siesta, ponerse guapo para ir a misa los domingos o montarse en los caballitos al llegar la fiesta del pueblo.

Parece que fue ayer... 

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Pepi montada en un caballito"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.002
Medidas: 50 x 35 cm

Aranjuez, 5 de agosto de 2.012





domingo, 5 de agosto de 2012

La luna, lunera




¡Hoy de sopetón, hemos visto a la luna!, muy de mañana, aún estaban las farolas encendidas, la calle desierta y el fresquito de la noche se dejaba sentir en la cara.

¡Hoy, hemos visto a la luna!, allí arriba, estaba gorda, llena, amarillenta e iluminada en medio del cielo; parecía mirarnos con su cara llena de arrugas, se resistía a marcharse a dormir. En el horizonte, el sol se despertaba mostrando sus mejores galas rojizas detrás de los montes lejanos.

Hoy, hemos vuelto a ver a la luna lunera como un globo amarillento que se alejaba de nosotros; ya sé porqué me gustan los vestidos de lunares, ya sé porqué me gusta ese toro enamorao de la luna y las estrellas, cuando subo a la plazoleta y la luna es una guinda reluciente en el majestuoso  firmamento y yo estoy solo bajo esa inmensidad vacía que chispea cada noche de verano.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Boceto para una toalla"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.008
Medidas: 40 x 29 cm





En Cádiz a 4 de agosto de 2.012

sábado, 4 de agosto de 2012

El retiro del César


Después de dejar el pueblo de Cuacos, tomaron la carretera en cuesta, llena de curvas que se abría paso entre los castaños frondosos del bosque, enseguida avistaron la tapia que rodea el monasterio de Yuste, lugar al que se dirigían. Es un sitio hermoso donde reina la calma, fue elegido por el emperador Carlos V para esperar la muerte, quizá guiado por la obra de su coetáneo Erasmo de Rotterdam ("Preparatione ad mortem"), después de abdicar y entregar el trono a su hijo Felipe.

Carlos, nieto de los Reyes Católicos, hijo de Juana de Castilla y Felipe de Borgoña, abandonó toda la pompa que conllevaba su posición: las lujosas armaduras de los Leoni, el palacio real de Toledo, las obras del de Granada, su amplia colección de pintura y relojes..., muchísimas pertenencias. Este hombre incansable que pasó toda su vida en guerra, eligió este lugar, aquejado por la gota para vivir una efímera paz que duró apenas veintidos meses. Cambió todo  por una vida monacal embutida en un entorno boscoso en las faldas de Gredos que miran al sur; desde allí se suceden todos los verdes imaginables hasta donde la vista puede alcanzar, donde el susurro de los arroyos compite con los tímidos surtidores de las bellísimas fuentes diseminadas por el monasterio jerónimo, mientras los pajarillos se columpian de rama en rama sobre los centenarios árboles.

Antes de emprender su último viaje, hizo que le trajeran alguna obra de su apreciado Tiziano, como el retrato de la emperatriz Isabel de Portugal, fallecida en 1.539 y otros más; para él fue la mujer de su vida, lo que no impidió que tuviese otras relaciones, fruto de una de ellas, nació Juan de Austria, que pese a ser educado cerca de su padre, nunca supo el parentesco que le unía a aquel señor que tantos favores le prodigaba.

No es díficil imaginar el ambiente que respiró el emperador, pues a pesar de los avatares de la historia, el monasterio conserva ese aire raro de sobriedad y de hermosura natural que proporciona la situación en la que está enclavado; sobre todo cuando todos los visitantes se marchan después de disparar y disparar fotos y la fuente de la galería se siente más, los gorjeos de las aves también y cuando te aproximas a la barandilla porque así lo exige el rojo rabioso de las salvias, miras al horizonte verde, que te quiero verde, y te dices sin articular palabra: "¡Dios mío, qué bien se está aquí!"

GREGORIO GIGORRO
"Cabeza de caballo"
Técnica mixta sobre  lienzo
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 30 x 25 cm


Aranjuez, 1 de agosto de 2.012

miércoles, 1 de agosto de 2012

Tormenta de verano



"¡Va a llover!", cantaba un niño rubio dando vueltas mientras pedaleaba en su triciclo, una niña también cantaba: "¡va a llover!, una madre decía: "parece que va a llover, huele a tierra mojada". Ellos paseaban bajo el cielo azul oscuro y las voces de aquellos niños no dejaban de hacerles cosquillas en el oído, enseguida llegaron al jardín saludando a los árboles rosas y a los jarrones de caras blancas y risueñas, después casi de repente apareció ante sus ojos una plaza elíptica, regada por un montón de aspersores que mojaban a un niño montado en su bicicleta sobre la hierba; el cielo seguía oscureciéndose mientras el viento movía los árboles del jardín.


Y la noche siguió su camino y la lluvia el suyo, y llovió, ¡vaya qué si llovió!, el cielo se pobló de rayos y relámpagos, no paraba de diluviar; empezaron a correr los arroyos, las canales desaguaban el agua de los tejados y el viento barría las hojas de los desiertos paseos. Sentado en su hamaca,  veía caer la continua  cortina de agua, sin moverse pues sabía que habría tormenta aquella noche de verano, después de un día largo y pegajoso.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"El jardín"
Acrílico sobre papel
Firmado y fechado en 2.010
Medidas: 48 x 34 cm




Aranjuez, 31 de julio de 2.012

jueves, 26 de julio de 2012

La excursión



La cabeza le bullía con la multitud de imágenes hermosas, después de visitar el palacio y la deliciosa Casita del Príncipe. La comida que tomaron les alivió del cansancio y del calor pegajoso, el tedio les comenzaba a invadir pero ello no fue obstáculo para visitar el Cristo del Pardo pues se encontraban a tiro de piedra de allí. En el interior reinaban el frescor y el silencio, sentado en un banco recorría plácidamente el lienzo majestuoso de Ricci que a modo de retablo llenaba la cabecera de la iglesia, reconstruida después de la guerra civil. La Virgen representada en todo su esplendor, rodeada de ángeles en la parte superior, estaba escoltada en la inferior por dos santos (San Pedro y San Francisco), mirándola extasiados, ¡qué lujo estar solos ante tal obra!, a un paso se encontraba la escultura yacente de Cristo, iluminada bajo la cúpula, dando la impresión de estar bajo un catafalco digno de un rey, no era para menos; la obra derramaba a raudales toda la tristeza y el recogimiento que uno pueda imaginar.

Afuera el ruido sordo de las cigarras les hablaba manifiestamente de una hora, en la que el mundo está desierto de gentes y solamente personas como ellos, se aventuraban a disfrutar de momentos sublimes, sin ser molestados por nadie. ¡Y pensar que a diez minutos de allí la autopista se encontraba atestada a esas horas!, ¡cuántos paraísos nos perdemos estando tan cerca! Después de refrescarse la cara en una fuente continuaron su viaje hacia la montaña, sin importarles el calor que les esperaba.

Efectivamente, la autopista estaba a rebosar de vehículos, pues era viernes y multitud de personas cada fín de semana intentaban escapar de la monotonía; una vez superado el tapón de la circulación, ellas se echaron una siestecita y él se desvió para tomar otro camino hacia la montaña, se dieron un respiro en una fuente sólida y hermosa.Él se acordó de cuando era pequeño y con su familia paraban en ese mismo lugar para refrescarse, al poco rato comenzaron a descender y continuaron gozando de un paisaje boscoso con un montón de curvas, hasta llegar a La Granja de San Ildefonso, diminuto si se ve a lo lejos bajo la inmensa montaña y con mucho empaque cuando se pasea por sus hermosos jardines. ¡Qué buen gusto tuvieron Felipe V e Isabel de Farnesio!, comprando esa propiedad a los religiosos que la habitaban, no quisieron competir con la escarpada orografía, al contrario la domesticaron y la poblaron de fuentes bellsimas; ahora nosotros gracias a ellos disfrutamos de toda una historia mitológica petrificada, bien cuidada, con sus frondosos parterres, llenos de flores. Fue el primer lugar donde la niña quedó sorprendida cuando vió las esculturas diseminadas por dicho lugar.

Como el día daba para más, él deseaba llevarles hasta la cercana Segovia, allí rodearon la ciudad, subiendo hasta Zamarramala, desde donde se contempla todo el hermosísimo conjunto monumental, descollando sobre éste, las torres de San Esteban, de la Catedral y del Alcázar, recortándose detrás la sierra como telón de fondo. La tarde caía, decidieron marcharse a casa tranquilamente cuando ya había oscurecido.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Un paseo por el parque"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.000
Medidas: 60 x 120 cm




Aranjuez, 27 de julio de 2.012