jueves, 6 de septiembre de 2012

Segovia



     Se sentó en el rastrojo, sin parpadear, sin articular palabra, sencillamente se quedó boquiabierto. A esa hora, el cielo se cubrió con la mejor paleta de colores pasteles para engalanar aún más la ciudad. El sol poniente, se tomó el placer de fingir un incendio aquella tarde como si se tratara de aquel emperador romano que hizo lo mismo con Roma.

Así, Segovia, encaramada sobre un monte que asemeja un gigantesco barco varado sobre los barrancos verdes que la circundan, cada tarde aparece iluminada, deslumbrante e irreal con el telón de fondo de la montaña. Ante nuestros ojos maravillados, la proa del buque es el gallardo Alcázar, verdadero palacio de cuento de hadas, a continuación la esbelta catedral, después San Esteban, San Andrés..., por encima del abrumado caserío ceñido por las murallas. El paseo continua regresando al Azoguejo, bajo el Acueducto, siguieron conmovidos por tan magnífica obra de ingeniería, tan sólida y delicada a la vez, construida hace ya 2000 años, solamente para abastecer a un puesto militar, no a la ciudad inexistente. La luz del día fue sustituida por la de los focos para realzar los monumentos; la plaza estaba repleta de terrazas, donde los turistas disfutaban de una banda de jazz. Él se acordaba de la "Dolce vita", de Roma, de Fellini.

Subieron por la calle Real, llena de iglesias, palacios y tiendas de todo tipo, que hacen del paseo algo más entretenido, sobre todo para ellas. La Plaza Mayor se le antojó un gran patio de vecinos, diseminados en animada charla bajo las acacias y el templete de la música, la catedral majestuosa y muda se encontraba al fondo frente al teatro. No estaban cansados, continuaron por el barrio de las Canonjías, donde abundan los miradores ajardinados sobre el Eresma; el silencio de la noche lo interrumpían los surtidores tímidos de las fuentes que invitan al sosiego en una noche de verano, nada calurosa. Fueron desgranando iglesias románicas, palacios renacentistas, se toparon con la muralla y desde allí contemplaron los arrabales con las torres iluminadas del Salvador, San Justo y otra vez apareció sesgado el acueducto imponente descollando sobre las apiñadas casas. Se hizo tarde, aunque no más de noche, de esta manera despacio tomaron una carretera cómoda y desierta para volver a casa.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Cachito de Cielo"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.009
Medidas: 91,5 X 53,5 cm


Aranjuez, 6 de septiembre de 2.012




domingo, 2 de septiembre de 2012

El alborozo



¡Ay, ay, qué estruendo! ¿Qué es ese ir y venir de ángeles y caballos alados? Desde aquí abajo, resuenan los relinchos, las voces, las trompetas y todo el cielo está invadido por  una gigantesca ola de truenos, relámpagos, rayos y centellas; será el calor, claro, por eso se está preparando una tormenta importante, para aliviarnos de la canícula reinante a los pobres mortales. Pero no, parece que se prepara algo muy distinto, pues los ángeles andan volando, en busca de toda la Corte celestial. ¡Sí, eso va ser!

De buena tinta me he enterado, que tan altos dignatarios están organizando una reunión del más alto nivel con gran boato y algarabía, para intentar que dicha Corte ponga freno al tamaño desaguisado en el que se ha convertido la tierra. Bueno, pues las divinas intenciones no parecen escatimar, ¡qué haya suerte en tan descomunal empresa!, y toda esta tempestad se apacigüe para llegar a buen puerto.




Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"El alborozo" (Tapa para una mesa)
Tinta china y acrílico sobre papel de embalar
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 49 x 91, 5 cm



Aranjuez, 31 de agosto de 2.012







lunes, 27 de agosto de 2012

Veo, veo.



Los ojos de un bebé, de un pajarillo, de una lagartija... ¿Las flores tienen ojos? Las vacas sí que los tienen, grandes y redondos; los ojos de un caballo, de un toro, te escrutan firmemente; los de un perro me siguen, como si hubiera sido su dueño. Los de un niño son limpios, te reflejas en su iris virginal, como si fuera un cristal, los de un gato resaltan en la oscuridad de la noche, creando un ambiente inquietante. Hay ojos que chispean de alegría, o de sorpresa, otros se encuentran tristes y melancólicos; abundan los que miran pero no ven. ¿Verán los peces, las serpientes, las tortugas...?, y si lo hicieran, ¿cómo nos verían?. 

Nosotros vemos, ¿nos vemos de verdad? Hay ojos que piden ayuda, perdón, ternura; algunos destilan rabia, ira, desánimo, cansancio, ansiedad, nerviosismo, dulzura, paz...

Los hay azules como el mar azul, verdes como la canción, negros como el cuento, profundos como un pozo hondo. Hay personas que no miran cuando hablan con otras, hay miradas que dan vida, que tocan con el alma y éste no necesita de las palabras.

¿Y tú, qué miras? ¿Qué ves?

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"El festín" (boceto para tabla de mesa)
Tinta y acrílico sobre papel de embalar
Firmado  y fechado en 2.012
Medidas: 49 x 91,5 cm


Aranjuez, 27 de agosto de 2.012


jueves, 23 de agosto de 2012

Cambio de aire


Mientras acariciaba la idea de haber nacido en Cádiz, ciudad abrazada por el mar, las manos giraban suavemente el volante por una carretera desierta, rodeada de una llanura rojiza, plagada de olivos polvorientos, entre viñas de uvas negras. Poco después abandonaba dicha ocurrencia y me acordé de una clienta, cuando la comenté acerca del lugar de mi nacimiento, me respondió: "Nada de eso, tú tendrías que haber nacido en Baden-Baden, ciudad famosa por sus balnearios, frecuentados por una selecta clientela, me sonaba a algo exótico y tenía gracia; mientras tanto el camino seguía desierto, ahora habitado por cientos de vacas, toros y caballos, ¡qué ni pintados!

Avanzamos y definitivamente, todo se volvió frondoso, montones de zarzamoras a punto de madurar, se agolpaban al borde de la carretera; mi hija y yo hacíamos "la recolección" de tan dulce fruto; Pilar, mi mujer se acordaba de su infancia en un pueblo de Ávila, donde sus árboles, estanques y huertos se mezclaban con los míos.

Lo más alto del paseo fue la llegada a la cima, a nuestros pies, se extendía la inmensa llanura, salpicada de encinas hasta donde las nubes del cielo encapotado permitían abarcar nuestros ojos; descendimos hasta el valle y avistamos un embalse grande que es el comienzo del parque natural de Cabañeros, ¡qué delicia!, ¡qué derroche de hermosura!, miles de árboles conviven la mar de bien con un montón de animales, hasta pudimos ver un ciervo. La tarde se fue oscureciendo y casi de repente delante de nosotros, apareció un carruaje tirado por dos caballos tordos, desplazándose suavemente sobre el asfalto al son de las campanillas que adornaban sus cabezas, arreados por un cochero paciente. Me acordé de mi abuelo, de sus mulas, de todos aquellos aperos de labranza que yo guardé con celo y que sin embargo, se perdieron tras el derrumbe de la casa, donde se cobijaban. Aquel recuerdo no se había perdido, sigue dentro de mi. 

Y es que cada persona por la razón que sea,  puede decidir nacer donde le dé la gana, pues "Uno no es de donde nace, sino de donde pace". Pero los recuerdos no se pueden cambiar, porque son los que son, quizá se conseguirá maquillarlos un poquito, nada más.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
Abanico
Tinta china y acrílico sobre madera
Firmado y fechado en 2.011



Aranjuez, 21 de agosto de 2.012




sábado, 18 de agosto de 2012

El viaje



¡Cómo aquel viaje, ninguno!, sin preparar, sin programar, de golpe y porrazo, él, le dijó: "Vámonos". Le mostró dos billetes de autobús, en su mochila llevaba dos bocadillos, dos trajes de baño y dos jerseys ligeros por si hacía frío; pero su verdadero equipaje, estaba repleto de alegría, de ganas de vivir, de conocerse y conocer juntos otros lugares.

Se marcharon al Sur por la noche,  y a la mañana siguiente estaban frente al mar, se encontraban en un sitio donde la primavera ya se sentía, se olía aunque fuera invierno. Abandonándose a las caricias, a las risas, a los paseos al borde de las olas lamiéndoles los pies; tenía la impresión de estar en un lugar desierto, donde la calma les inundaba los pulmones, los ojos ciegos de las casas asomadas al precipicio y los vaivenes suaves de las palmeras parecían observarles. Al anochecer llegaron a Granada, callejearon por el Albaizyn bajo la luz de las estrellas. ¡Qué noche más hermosa!, ¡Qué mañana tan bonita!, descubrieron juntos la Alhambra: los mil reflejos en el agua de esa arquitectura tan grácil, tan sugestiva, las filigranas de las yeserías; el susurro de las fuentes lo inundaba todo, todo ese perfume provenía de los arriates llenos de flores, de los naranjos...

Bajo el sol de la tarde, uno al lado del otro se adormilaron con una calma risueña en los jardines del Generalife mientras los ojos verdes de un gato gordo no dejaba de mirarles.


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"En Toledo había una playa" -Boceto-
Óleo sobre tabla
Firmado y fechado en 2.009
Medidas: 28 x 35 cm


En el Soto de Legamarejo a 18 de Agosto de 2.012



miércoles, 15 de agosto de 2012

Un personaje de cuento



Ella, se alivia de estos calores al borde del mar, de un mar vago sin olas, donde poder sentarse a la orilla y disfrutar de las idas y venidas de esos bichitos de colores, siempre nerviosos y húmedos, moviéndose entre sus pies.

Quizá, esté cuidando de sus nietos, mientras sus padres trabajan o esté sola y sin marido; así soltera en la vida haya venido hasta aquí con unas amigas como ella, para sentirse menos sola o más, según se mire. Pero bien mirada, luce un aspecto estupendo: buen color, una presencia rotunda con su precioso bañador y un moño que no se deshace ni bajo una tempestad.

De cualquier manera, a buen seguro, ella es capaz de hacer un plato de comida rica para sus amigos, gozar de una buena lectura, cuidarse haciendo deporte, correr con su propia Vespa; en fin..., hasta jugar con unas pequeñas criaturas que parecen muñecos o tal vez son los únicos náufragos de un desastre; mientras viajaban en un crucero después de capear un montón de contratiempos, han llegado a un mundo habitado por gigantes. ¡Qué se yo...!

Ahora, sencillamente Pepi está bañándose.

Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Pepi bañándose"
Óleo sobre lienzo
Firmado y fechado en 2.012
Medidas: 1,62 x 89 cm



En el Mirador, 15 de agosto de 2.012



sábado, 11 de agosto de 2012

Guadalupe



Después de atravesar el puente del Arzobispo sobre el río Tajo, gótico para más señas, dejaron atrás el valle; el camino se fue haciendo empinado, rodeado de encinas y alcornoques, subiendo y bajando, el paisaje fue cambiando; al poco tiempo se tornó jugoso y amable, entraban en la comarca de las Villuercas, sembrada de bosques y embalses, la carretera se hacía cada vez más tortuosa, todo se convirtió en un cuento y como un cuento apareció Guadalupe, en la ladera de un monte tapizado de verde, sobresalía el monasterio abrazado por el pueblo.

¡Por fín, habían saldado la deuda! Desde que viajaron a México, donde conocieron el santuario del mismo nombre, comprendieron la grandeza de su país, la importancia de lo hispánico, lo mucho que a través de la historia habíamos aportado al otro lado del charco y cuánto habíamos recibido a cambio.

No había nadie por la calle, sólo el calor campeaba a sus anchas. Se encontraron ante el soberbio edificio que se hallaba a medio camino entre una fortaleza, un palacio que le recordaba de lejos al de Urbino en Italia y una iglesia, fueron bordeando el santuario, constatando que la rudeza de la construcción era suavizada por las torres de remates puntiagudos, de color blanco y azul, por las filigranas de los rosetones y gabletes calados, por las diferentes cúpulas y otros elementos arquitectónicos. La mezcla entre lo gótico, mudéjar, renacentista y barroco debido a las sucesivas aportaciones de distintas épocas daba como resultado un conjunto muy armonioso.

En el interior sorprende la calidad de las colecciones que atesora, fruto de las numerosas donaciones por parte de reyes, nobles y prelados; desde el siglo XIV, este lugar se vistió con los más ricos bordados, libros miniados, esculturas, delicada orfebrería..., los muros se cubrieron de las más exquisitas pinturas decorativas, artistas como Zurbarán o Giordano, contribuyeron con su trabajo a embellecer el santuario. Todo para honrar a la virgen, ante la que se han postrado los mas ilustres personajes a través de los tiempos para rendirle pleitesía. La veneración continua, doy fé.

Detrás de las palmeras, los naranjos y las buganvillas, se recortan sobre el cielo cuando el sol va cayendo, las torres, las cúpulas, las almenas. ¿Cómo olvidar una vista que invita a soñar? Imposible olvidar el susurro de la fuente sobre el solado de colores de raigambre árabe en el claustro mudéjar o la escultura en cerámica de la virgen en el gótico; el perfume de los limoneros en el patio del parador y tantos detalles difíciles de retener en tan sólo una visita


Gregorio Gigorro
GREGORIO GIGORRO
"Trocito de jardín"
Tinta china y acrílico sobre madera
Firmado y fechado en 2.011
Medidas: 19 x 50 cm


Aranjuez, 10 de agosto de 2.012